El plan España Puede presentado esta semana en el Congreso esboza un escenario de transformación para la economía española, en consonancia con las mutaciones tecnológicas en marcha y los objetivos de sostenibilidad medioambiental y social. La apuesta es por la inversión como motor del cambio, y por reformas de futuro cuyo perímetro está todavía en la balanza de la negociación con Bruselas.
Los derroteros de la economía, sin embargo, dependen de las dinámicas de corto plazo. De momento los 27.000 millones de fondos europeos, incluso suponiendo una plena ejecución en lo que queda de año (algo difícil), no alcanzan a cerrar la brecha que se ha generado por la crisis. Ésta se eleva a cerca de 110.000 millones (es decir, el diferencial estimado de PIB entre el decepcionante primer trimestre que acaba de concluir y el nivel pre-crisis). Así pues, faltan aproximadamente 83.000 millones para compensar el zarpazo de la pandemia. Y es crucial cerrar esa brecha lo antes posible, so pena de convertirla en un mal crónico, que se manifestaría en pérdidas irrecuperables de tejido productivo y un incremento del ya abultado paro estructural.
Gráfico 1
Fuente: IGAE y estimaciones de Funcas.
Gráfico 2
Fuente: Sojern.
El grueso del impulso tiene que venir de una mejora de las expectativas de los agentes. Y éstos se guían por los hechos tanto o más que por los anuncios, especialmente en tiempos de pandemia: el ritmo de avance de la vacuna es más determinante para la confianza del consumidor o del turista potencial que los objetivos europeos de la campaña de inmunización. Por ejemplo, los indicadores de movilidad y las reservas de hotel se han disparado en EEUU, Israel y Reino Unido, mientras que se mantienen en niveles reducidos en toda Europa continental. Y así será hasta que la realidad avale las promesas.
El potencial de reactivación asociado al factor confianza es colosal. Según las recién publicadas cuentas financieras, en 2020, los hogares acumularon 73.000 millones en efectivo y depósitos, y las empresas no financieras lo hicieron en otros 41.000. Es verdad que el superávit de liquidez no es homogéneo: se concentra en los estratos sociales más favorecidos y en los sectores productivos poco expuestos a la crisis; mientras que muchas otras familias y negocios soportan precariedad o endeudamiento. Pero un cambio de percepción de los agentes que disponen de capacidad de gasto es susceptible de desencadenar una recuperación acelerada. Prueba de ello, el gran salto adelante de la economía china en el primer trimestre, un apabullante 18,3% liderado por el consumo privado, en un país con casi cero contagios.
La priorización de los proyectos de inversión, en función de su capacidad de arrastre a corto plazo, también merece toda la atención en una óptica de recuperación. Destaca el efecto multiplicador de la rehabilitación de vivienda, por el alto contenido en producción local y en empleo. Un rápido estímulo también se puede esperar de la inversión en capacitación de parados y personas en ERTE, además de responder a los objetivos de elevación de capital humano. Adelantar estos y otros proyectos que encuentren fácilmente una oferta ociosa, y no dependan de la generación de nueva capacidad productiva, es crucial para impulsar la actividad en los próximos meses. En general, la articulación entre el plan europeo plurianual y los PGE para el presente ejercicio es vital, porque el contexto exige una política fiscal reactiva ante la incierta evolución de la coyuntura. Sería deseable que el dispositivo de ayudas directas a empresas, que por definición no está contemplado en el plan, se activara sin más demora y que, si las circunstancias lo aconsejaran, se añadiera un nuevo tramo. Finalmente, no olvidemos que el esfuerzo inversor realizado por las administraciones durante los años 2000 alcanzó cotas elevadas, pero sin resultados palpables en términos de crecimiento sostenible. Disponemos de unos pocos meses para extraer lecciones de ese pasado. Y poner en marcha una agenda reformista potentemente transformadora, sin descuidar la principal tarea del momento: la reactivación.
Tejido productivo | Las cuentas financieras de la economía española certifican el repunte que ya se había anticipado de la deuda empresarial, con un incremento de pasivos que se eleva a 42.900 millones. Sin embargo, también revelan un aumento de los activos financieros por una cuantía aún superior, de 61.400 millones. De modo que la posición global habría mejorado, en 18.500 millones. No obstante, este resultado refleja dos tendencias opuestas: los sectores más afectados por la crisis soportan los déficits, mientras que otros se desendeudan e incrementan su posición de liquidez en un contexto de incertidumbre.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.