El sector bancario es más seguro que antes de la crisis, en buena medida por las iniciativas regulatorias introducidas en los últimos años. Sin embargo, se advierte un aumento del riesgo fuera de la banca tradicional, en el área denominada “shadow banking”, menos afectada por la regulación y el control. Paralelamente, llega la anunciada retirada de estímulos del BCE y cambios en la política monetaria. Se impone la búsqueda de fórmulas para evitar que los riesgos vayan a más y reducir las posibles tensiones financieras. Una posible opción pasa por enfocar la regulación en la reducción del apalancamiento, pero no sólo en los bancos, sino en todos los intermediarios financieros.