La preocupación por la trayectoria reciente y, más aún, por el futuro de la clase media tiene su razón de ser en tres factores principales: el aumento de la desigualdad acentuado por la Gran Recesión, la pérdida de capacidad y de influencia de un colectivo que cumple un papel fundamental en la estabilidad económica y social, y los riesgos a los que se enfrenta en relación con el empleo y la calidad de vida en un contexto de menor movilidad social. Un reciente Informe de la OCDE (Under Pressure: The Squeezed Middle Class) pone de relieve que, en conjunto, la población que conforma la clase media se habría reducido en los últimos treinta años en 3 puntos porcentuales, desde un 64% hasta un 61% del total, con una pérdida de renta de 5 puntos porcentuales. En el caso de España, la caída habría sido similar, aunque el porcentaje sobre la población estaría actualmente en el 55%. Pero lo más relevante es que en esos treinta años el deslizamiento en España habría sido principalmente hacia abajo en la escala de rentas, con un empeoramiento de las condiciones de ingresos de esos hogares que dejan de forma parte de la clase media… pero no de los que permanecen en ella, que aunque menos en su peso demográfico habrían mantenido la misma participación porcentual en la renta nacional.
No es tanto la clase media como los hogares situados en el 30% con menores ingresos los que han sufrido con especial intensidad la pérdida de renta […]. El ensanchamiento de la desigualdad se explica en más de un 90% por la mayor distancia entre la renta mediana y las rentas bajas
Eduardo Bandrés
En nuestro país la desigualdad disminuyó con intensidad desde los años 80 hasta los primeros 90, entrando después en una etapa de estabilidad –con un pequeño repunte en la breve recesión 1992-1993 y un ligero descenso posterior hasta final de siglo– que se quebró con la Gran Recesión. Analizar, por tanto, qué ha sucedido en estos años de crisis es fundamental para detectar el verdadero alcance de esa pérdida de peso de la clase media española. Y lo que se deduce al examinar los cambios en la distribución de la renta desde 2007 es que no es tanto la clase media, como los hogares situados en el 30% con menores ingresos los que han sufrido con especial intensidad la pérdida de renta (gráfico 1). Si se toma como referencia la distancia entre quienes están en el percentil 90 y en el percentil 10, resulta que el ensanchamiento de la desigualdad se explica en más de un 90% por la mayor distancia entre la renta mediana y las rentas bajas, y solo en un 10% por el crecimiento de las rentas altas respecto a la mediana (gráfico 2).
Gráfico 1
Fuente: Eurostat, EUSILC y elaboración propia.
Gráfico 2
Fuente: Eurostat, EUSILC y elaboración propia.
El empeoramiento de las condiciones de vida de los hogares españoles presenta, por tanto, una especial gravedad en los estratos más bajos de la escala de rentas: son estos los que todavía no han recuperado los niveles de renta real que tenían antes de la crisis. La práctica totalidad de los trabajos empíricos concluyen que el desempleo y la caída de la intensidad laboral en los hogares españoles son las causas principales del aumento de la desigualdad, muy por delante de la propia dispersión salarial, que también ha aumentado. Ahora bien, la mejora de las condiciones laborales en España (creación de empleo, reducción de la temporalidad y del trabajo a tiempo parcial no deseado, y adecuación del crecimiento de los salarios al de la productividad) requiere, además, una atención especial al tipo de hogares que están a la cola de la distribución: mayoritariamente familias monoparentales encabezadas por mujeres y en general, hogares jóvenes con hijos menores de edad.
Más información en el artículo ‘Acotando el espacio de la desigualdad tras la Gran Recesión’, publicado en el número 269 de Cuadernos de Información Económica.