Parece que toda Europa sigue envuelta en un inmenso manto de desconfianza. Ejemplos sobran, y la economía no es una excepción. Una de las lecciones de la crisis es que el proyecto europeo —moneda única incluida— era incompleto. Se trataba de compartir el euro y una creciente apertura de mercados, pero no había mecanismos de protección mutua, ni de control y disciplina, ni de solidaridad. En el terreno financiero, la ausencia de una unión bancaria fue un fallo de seguridad de primer orden, que no pasó inadvertido a la especulación más oscura. El euro llegó a tambalearse. Hay que reconocer que, con los precedentes en mano, la unión bancaria actual se diseñó en un tiempo récord y resolvió buena parte de las dudas que había sobre la cohesión financiera en Europa.
Pero, si se va a la base, falta, al menos, un ingrediente esencial: un fondo de garantía de depósitos común. En cualquier modelo de supervisión bancaria y de seguridad del sistema financiero este es un pilar fundamental. Que no exista hoy por hoy es una insuficiencia muy importante. Pero que no haya voluntad de llegar a constituirlo en un plazo razonable puede llegar a ser una calamidad.
El caso es que recientemente Alemania ha vuelto a decir “nein”, dejando claro que no parece fiarse del resto y no quiere oír hablar por ahora de un seguro común de depósitos. Digan lo que digan, a Alemania le parece tan estrafalario compartir este sistema como a Aristófanes la obra de Sócrates. De hecho, Alemania parece seguir al primero y pensar que “la desconfianza es madre de la seguridad”. Hoy por hoy, sin confianza no hay Europa. De hecho, no tiene sentido desconfiar y compartir recursos financieros de la forma en que se hace. Los datos publicados ayer revelan que los bancos europeos habían tomado prestados 382.082 millones de euros del BCE hasta agosto de 2015. Los españoles tienen 137.919, un 36% del total. Cantidades nada desdeñables. Compartimos moneda, mecanismos de financiación y supervisión, pero de seguro común de depósitos, nada de nada.
Los bancos alemanes no son más seguros que otros europeos y, de hecho, muchos de ellos llevan bastantes años beneficiándose de la protección implícita y explícita de su Gobierno lo que, de paso, les da mejor acceso a los mercados.
Los alemanes exigen, con cierta lógica, una mayor responsabilidad fiscal (aunque ellos probablemente no querrían hablar de corresponsabilidad). Y también parece lógico, como aviso para navegantes, establecer un sistema de responsabilidades ante quiebras bancarias que afecte tanto a accionistas como a tenedores de bonos e, incluso, a depositantes por encima de 100.000 euros por cuenta. Todos ellos antes que al contribuyente.
Pero Alemania no puede pedir hacerse con el control fiscal europeo antes de apostar por una protección común. Es un argumento poco convincente. Probablemente, también tenga que ver que los bancos alemanes no son más seguros que otros europeos y, de hecho, muchos de ellos llevan bastantes años beneficiándose de la protección implícita y explícita de su Gobierno lo que, de paso, les da mejor acceso a los mercados. ¿Desconfianza o vulneración de la competencia? Un poco de todo. Seguimos con la mitad de la red de seguridad financiera por hacer y habría que terminarla antes de que caiga el próximo equilibrista.