Mucho tiempo llevamos escuchando que la Bolsa de Estados Unidos está inflada y que el empuje de los toros (bullish) dará paso pronto al letargo de los osos (bearish). Pero los astados han pedido prórroga. Wall Street muestra recorrido al alza. Las cosas tampoco pintan mal en los parqués europeos. Las economías de la UE exhiben cierta pujanza. Hay incluso un cierto rally de comienzos de año. La batería de indicadores de confianza que ayer publicaron Eurostat y la Comisión Europea atestiguan el buen momento. Las ventas minoristas avanzaron un 1,5% tanto en la UE como en la Eurozona en noviembre. El indicador global de sentimiento económico subió en diciembre hasta los 116 puntos en la Eurozona y los 115,9 en la UE, los mayores niveles desde 2000. La confianza del consumidor también aumentó en el último mes de 2017 (un 0,5% en el área del euro y un 0,1% en la UE). Y mejoró, asimismo, el indicador de clima empresarial (0,17 puntos en diciembre).
Los osos hibernan. ¿Aprovechará la UE la oportunidad para dar pasos adelante en su gobernanza que favorezcan una mayor cohesión y capacidad de crecimiento económico? Los factores para la desconfianza siempre han estado ahí (dificultades de coordinación, preferencias asimétricas por el gasto, diferentes percepciones sobre la solidaridad,…), pero han surgido también factores para el optimismo. Algunos brotan como reacción sorpresiva ante una amenaza común. Es el caso del Brexit. La salida de un Estado miembro ha generado el que probablemente ha sido el movimiento más fuerte y coordinado de respuesta en el resto de la UE en años. Ha servido para recordar —con un ejemplo casi a diario— el valor de un mercado como el europeo y reactivado el impulso de la integración.
«Pocas veces se ha hablado tanto de la reforma de la arquitectura política europea. Y pocas oportunidades habrá, aprovechando esa cohesión, para reimpulsar el compromiso con una buena parte de la ciudadanía».
Respecto a hace un año, el principal cambio es la aparición de Macron en Francia. El difícil equilibrio político que lo sostiene no ha impedido que nuestro vecino del norte haya pasado de ser considerado el atrincheramiento de un modelo insostenible a una referencia de reformas. Francia resistió bien la crisis, al menos aparentemente, y ahora quiere emprender reformas durante la recuperación. El momento más precioso para hacerlas. En España, ya casi las estamos olvidando. Dormitamos con el plantígrado, acurrucados en la inercia de los buenos vientos. Pero hay espacio para reactivar la agenda, en materias tan urgentes como la educación, la investigación y ciencia o la energía. Y en las referentes a sostenibilidad, como lo que concierne a las pensiones.
Proyectos como un nuevo pacto fiscal común que permita inversiones paneuropeas de envergadura o la creación de un Fondo Monetario Europeo están en la agenda comunitaria y es el momento para progresar en ellos. Pocas veces se ha hablado tanto de la reforma de la arquitectura política europea. Y pocas oportunidades habrá, aprovechando esa cohesión, para reimpulsar el compromiso con una buena parte de la ciudadanía que no está conectada a la recuperación económica.