Que si la política monetaria es efectiva, que si no… Finalmente se demuestra que sí, pero que no es sencillo calibrarla hoy día. Hace una semana el Banco Central Europeo volvió a subir un 0,25% los tipos de interés, dejándolos en un 4%, a un cuartillo del máximo histórico en la eurozona, que fue 4,25%. Su presidenta, Christine Lagarde, señaló “elevada inflación por mucho más tiempo”, lo que da pie a entender que seguirán las subidas, la primera en la reunión de julio. Se espera otro cuartillo. A un mes para esa reunión puede pasar de todo, como la publicación de indicadores en este periodo que probablemente apuntarán a un debilitamiento económico. No creo que cambie la hoja de ruta del BCE, que tiene tradición en movimientos inerciales. Suele tardar más en arrancar, pero también en parar en una estrategia determinada.
Un elemento importante debería ser lo distinta que es la situación actual en materia de tipos de interés en relación a ciclos anteriores. La fuerte subida de tipos en un año no tiene casi precedente y probablemente los efectos no son igual de lineales y proporcionales que en otras ocasiones cuando se sube paulatinamente los tipos. Puede haber un overshooting (reacción en exceso) que enfríe el crédito y la economía más de lo necesario. Las herramientas de política monetaria no pueden precisar exactamente cuándo se quedan cortas o se pasan de largo. Sin embargo, el que la zona euro ya esté en recesión, motivada en gran parte por el encarecimiento del crédito, apunta a la necesidad de cautelas en materia de tipos. La fuerte y rápida subida en doce meses de cuatro puntos, y trasladado a referencias como el euríbor, puede haber tenido bastante más impacto que si se hubiera hecho en un mayor lapso de tiempo.
Más allá del verano, no pueden descartarse nuevas subidas de tipos, por lo que han dicho algunos responsables monetarios centroeuropeos. Se verá en las discusiones dentro del seno del BCE. Siguen preocupados por los efectos de segunda ronda en la inflación (derivados de los incrementos salariales) incluso en países como España —como se deducen de las palabras del Gobernador del Banco de España de esta semana—, donde por ahora no parecen haberse materializado. En otros países, como Alemania, preocupa con más fundamento, ante las fuertes subidas de las remuneraciones salariales. Esa cautela ante un repunte de la inflación es oportuna, pero también la asociada al impacto del frenazo financiero de la economía. Mayores tipos, menor crédito y quizás, en algún momento, una mayor morosidad. Esta última sigue sin grandes cambios, y en algunos países, como España, continúa bajando.
Los riesgos de morosidad parecen preocupar más al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, donde tanto familias como empresas presentan mayores niveles de endeudamiento y el mercado anda más revuelto. Los episodios de inestabilidad financiera de marzo y abril han hecho recalibrar la estrategia de política monetaria de la Reserva Federal, aunque no se descartan nuevas subidas de tipos de interés más adelante si la inflación no da tregua. No cabía otro mensaje del presidente de la Fed, Jerome Powell. Sin embargo, se ha quedado el miedo en el cuerpo, más aún con las dudas sobre algunas empresas muy endeudadas. Por ahora, la eurozona se ha visto alejada de problemas similares a los de la banca regional estadounidense. Aun así, el BCE —que ya mantenía unos estándares supervisores más duros en todo el sector— ha reforzado el control de la liquidez y otros riesgos. Quizás se sienta más seguro ante las consecuencias de nuevas subidas de tipos. No espera, al menos aún, que se rompan costuras similares en el sector financiero europeo o en el sector empresarial.
En España esta semana hemos conocido las nuevas previsiones para 2023 y 2024 del Banco de España, más optimistas que las anteriores. La actividad económica se ha comportado de un modo más dinámico de lo esperado en lo que llevamos de 2023. Y se nota en las previsiones para el resto del año y para 2024. Según el Banco de España, el crecimiento del PIB se situará en el 2,3% y 2,2% en 2023 y 2024, respectivamente. Por el lado de los precios, la inflación general descenderá hasta el 3,2% en 2023, seguida por un cierto repunte hasta el 3,6% en 2024. En cuanto al componente subyacente de los precios, este aumentará un 4,1% este año —tres décimas más que en 2022— y se desacelerará hasta el 2,1% en 2024.
Quizás las mejores noticias residan en que los motores del crecimiento están siendo la demanda exterior neta y la inversión, especialmente la de bienes de equipo. Por el contrario, el consumo privado sigue débil. El mercado de trabajo sigue resistiendo, pero la tasa de paro continúa lejos de los estándares de los países europeos con los que queremos compararnos. Poca señal hasta ahora, por tanto, en el caso de nuestro país de que el frenazo financiero esté teniendo una incidencia parecida a la de otros países europeos. Eso y la diferente situación en materia de dependencia energética —con un modelo que impone elevados costes de transición, generadores de inflación— puede explicar las diferencias entre países. Sobre estos últimos, poco puede hacer el BCE, por lo que el freno monetario debería dejarse de pisar pronto.
Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días