Como sabemos, uno de los fenómenos económicos más relevantes derivados de la pandemia fue la generación por parte de las familias de un voluminoso exceso de ahorro, especialmente durante los meses más duros del confinamiento. En el segundo trimestre de 2020 la tasa de ahorro de los hogares españoles alcanzó un insólito 22,3% de su renta disponible bruta. Se trató en gran medida de un ahorro forzoso, resultado de la imposibilidad material de consumir debido al confinamiento y al cierre de numerosas actividades económicas.
En los trimestres posteriores, aunque a un ritmo menos intenso, los hogares siguieron acumulando un excedente de ahorro, ya que, a pesar de la reapertura de la economía, aún persistían numerosas restricciones, y también por el miedo de buena parte de la ciudadanía a realizar actividades sociales. Se puede estimar que el sobreahorro por encima del deseado generado durante ese primer año de pandemia alcanzó los 60.000 millones. Una de las grandes incógnitas permanentemente presentes desde la reapertura ha sido si ese exceso de ahorro sería destinado a consumo, impulsando con ello la recuperación del PIB, o si simplemente sería capitalizado.
Desde 2013 hasta 2019, de media, el 75% del ahorro generado por los hogares fue destinado a inversión real —es decir, fundamentalmente adquisición de vivienda—, y el resto, a devolver deuda y a adquirir activos financieros. En 2020, el voluminoso ahorro generado se destinó tan solo en un 38% a inversión, y la cuantía destinada a devolver deuda fue solo algo mayor que en los años precedentes. El grueso del ahorro se destinó a depósitos, y también, curiosamente, a mantenerlo en efectivo. Desde 2009 los hogares habían reducido año tras año sus tenencias en efectivo, y en 2020 rompieron con esa tendencia y las incrementaron. Junto a todo ello, pero en menor medida, una parte se destinó a adquirir acciones y participaciones en fondos de inversión. El hecho de que la mayor parte de ese ahorro se hubiese mantenido en forma de activos muy líquidos —efectivo y depósitos— hacía pensar en una elevada disposición a ser gastado.
Sin embargo, no parece que esto haya sido así, al menos en 2021. Solo tenemos datos hasta el tercer trimestre, pero la información relativa a ese periodo indica que la tasa de ahorro de los hogares ha seguido situándose sensiblemente por encima de su media histórica. Es decir, los hogares no han gastado su exceso de ahorro, al contrario, han seguido acumulando un excedente, aunque menos voluminoso que en 2020. Si hubieran gastado, aunque solo fuera parte, del sobreahorro generado el año anterior, la tasa de ahorro se habría situado por debajo de su media histórica.
Por otra parte, hay algunas diferencias en cuanto al destino que han recibido los ahorros de los hogares en 2021 frente a 2020. En primer lugar se ha vuelto al patrón anterior a la pandemia en cuanto a que el 77% se ha destinado a inversión, una proporción en línea con la anterior a la pandemia, pero con una diferencia importante: al aplicarse ese porcentaje a un volumen de ahorro notablemente superior al de la prepandemia, la cuantía nominal destinada a inversión real por los hogares se ha disparado hasta un volumen que, para el conjunto del año podría estimarse en unos 60.000 millones de euros, la mayor cifra de los últimos 11 años tanto en términos nominales como con respecto al PIB.
En cuanto a la parte del ahorro generado en 2021 que se ha destinado a activos financieros, los hogares han dejado de acumular efectivo, han colocado en depósitos una suma inferior a la del año pasado, y han incrementado notablemente, hasta la cifra más elevada desde 2015, la cuantía invertida en acciones y fondos de inversión. Es decir, una mayor proporción del ahorro generado en 2021 se ha colocado en activos menos líquidos y por tanto menos propensos a ser inmediatamente gastados. No obstante, aunque la proporción destinada a activos más líquidos haya descendido, en términos nominales ha seguido siendo muy cuantiosa.
Se puede decir, por tanto, que, al menos hasta ahora, el sobreahorro generado durante la pandemia ha servido para impulsar la inversión real de los hogares, más que su consumo. De hecho, mientras que aquella supera con creces el volumen anterior a la pandemia, este aún se encuentra un 5% por debajo en términos nominales. Se trata de un comportamiento algo diferente al de los países de nuestro entorno: en el conjunto de la eurozona excluyendo España, el consumo de los hogares en el tercer trimestre de 2021 superaba en casi un 2% el anterior a la pandemia, y su inversión también crecía, pero no tan intensamente como en nuestro país.
Esto no significa que debamos minusvalorar el empuje potencial que el excedente de ahorro puede ofrecer todavía al consumo. Al fin y al cabo, la bolsa de activos líquidos acumulada por las familias en 2020 y 2021 sigue ahí, y ha sido histórica.
Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.