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Los estudiantes acceden a menos libros y más software educativo

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La OCDE acaba de publicar un paper de la serie PISA in Focus en el que analiza los cambios en la disposición de libros y software educativo de los jóvenes de 15 años entre 2015 y 2022. El estudio revela cómo la digitalización ha transformado el acceso a recursos educativos, configurando un nuevo panorama para el aprendizaje, con implicaciones tanto positivas como negativas para los estudiantes.

La disminución de libros en el hogar: un cambio gradual y significativo

Tradicionalmente, la cantidad de libros en el hogar se ha considerado un predictor clave del rendimiento académico y de la formación cultural de los estudiantes. Pues bien: desde 2015, el número de libros en los hogares de estudiantes de 15 años ha disminuido considerablemente en los 59 países y economías participantes. Según el informe, la proporción de estudiantes que tiene menos de 10 libros en casa aumentó del 19% en 2015 al 26% en 2022, una tendencia especialmente pronunciada en países de América Latina. Al mismo tiempo, los hogares con más de 100 libros se han vuelto menos comunes (gráfico 1).


La disminución del número de libros físicos en el hogar puede incidir negativamente en la formación cultural y académica de los estudiantes, si atendemos a la relación entre el número de libros en casa y el éxito académico y el desarrollo socioeconómico demostrada por investigaciones previas. Por ejemplo: un informe anterior también de PISA, Lectores del Siglo XXI, revela que los lectores más competentes suelen preferir leer en papel o equilibran el tiempo entre formatos impresos y digitales, optimizando su uso de la tecnología según la actividad, como leer noticias en línea o realizar tareas escolares.

Aumento del software educativo y otros recursos digitales

En paralelo a la disminución del número de libros, el acceso a software educativo ha aumentado de manera considerable. En 2015, el 53% de los estudiantes tenía acceso a estos recursos, cifra que subió al 74% en 2022. Este incremento se debe, en parte, a la aceleración de la digitalización durante la pandemia de COVID-19, que impulsó a muchos hogares a adoptar herramientas digitales para la educación en línea. Además, el acceso a Internet y a ordenadores para el estudio se mantiene estable y ampliamente disponible, aunque los recursos en papel, como los diccionarios, han disminuido. En 2015, el 92% de los estudiantes tenía un diccionario en casa, mientras que en 2022 esta cifra descendió al 80%. Esta reducción refleja la preferencia por diccionarios en línea y otras herramientas digitales.

Beneficios y riesgos de los recursos digitales en el aprendizaje

El uso de software educativo puede complementar la enseñanza tradicional y ampliar las oportunidades de aprendizaje. Sin embargo, los recursos digitales no siempre tienen un impacto positivo en el rendimiento académico. Según el informe que reseñamos de PISA in Focus, un tercio de los estudiantes afirmó que se distrae en clase con estos dispositivos, lo que afecta a su rendimiento, especialmente en asignaturas como matemáticas. Por otro lado, el aumento de la exposición a redes sociales y dispositivos digitales está vinculado a efectos adversos en la salud mental y el bienestar psicológico de los adolescentes. Trabajos como el de Blanchflower et al. muestran que el tiempo excesivo frente a pantallas puede tener efectos negativos en la salud mental de los jóvenes, afectando su atención, su calidad de sueño y su vulnerabilidad al ciberacoso, lo que puede inducir depresión o ansiedad. De todo ello se deriva la necesidad de intervenciones y políticas que ayuden a los estudiantes a equilibrar el uso de estos recursos para maximizar los beneficios y reducir los riesgos.

Ante estos cambios, la OCDE sugiere que las políticas educativas deben ayudar a las familias a encontrar un equilibrio adecuado entre los recursos tradicionales y digitales, siendo fundamental el apoyo a los estudiantes en el uso efectivo de la tecnología para que realmente contribuya a mejorar sus habilidades y su rendimiento académico. Ese apoyo podría incluir, por ejemplo, programas de formación digital para docentes y familias, así como regulaciones que promuevan un uso saludable de la tecnología en el hogar y en el aula.

Conclusión: adaptarse al cambio sin perder lo esencial

En definitiva, el PISA in Focus de 2024 plantea que, si bien los libros siguen siendo un recurso educativo clave, su presencia en los hogares disminuye, reemplazada en parte por herramientas digitales. No obstante, el uso de estas tecnologías en el aprendizaje requiere una supervisión cuidadosa para evitar consecuencias negativas en el rendimiento y la salud de los estudiantes. Las políticas educativas deben adaptarse a estos cambios, asegurando que los estudiantes puedan beneficiarse tanto de los libros como de los recursos digitales, creando un entorno de aprendizaje inclusivo, equilibrado y eficaz para el desarrollo integral de los jóvenes.

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