Más allá de los altibajos de la economía, y del encadenamiento de episodios de optimismo y pesimismo que se suceden entre los analistas, parece útil examinar las tendencias de fondo que marcarán el nuevo año. Porque es un hecho que tanto nuestro futuro como el de nuestros socios europeos con los que compartimos el euro está estrechamente asociado a la lucha titánica entre las fuerzas recesivas asociadas al declive del multilateralismo, y el voluntarismo expansivo de los bancos centrales. Entre esas corrientes inversas, el factor político es el único capaz de inclinar la balanza de uno u otro lado.
El sistema multilateral ha cesado de funcionar con normas globales que organicen el comercio internacional, la inversión y los intercambios tecnológicos. Ahora lo que domina es el bilateralismo, y en su estela la multiplicación de conflictos comerciales, la parálisis de la OMC y una enorme dificultad para aportar soluciones a los principales desequilibrios del planeta, como la crisis climática. La consecuencia es el desplome de los mercados de exportación, uno de los principales caladeros de crecimiento de la economía española. En lo que va de año, el comercio internacional apenas se incrementó un 1% y la entrada de inversión directa extranjera en nuestro país se ha reducido drásticamente, en línea con las tendencias mundiales. El declive del multilateralismo también erosiona la confianza, especialmente en la industria, la más afectada por la inestabilidad comercial y la acumulación de incertidumbres en torno a la política energética de los gobiernos.
«En la lucha titánica entre las fuerzas receptivas asociadas al declive del multilateralismo y el voluntarismo expansivo de los bancos centrales, el factor político es el único capaz de inclinar la balanza»
Raymond Torres
Si bien el entorno externo da algunas señales positivas, todo apunta a que las turbulencias persistirán. El conflicto comercial entre EE UU y China parece entrar en una fase de menor intensidad, pero su completa resolución parece inverosímil durante el próximo año, marcado por los comicios presidenciales americanos. Por otra parte, Reino Unido se orienta hacia una salida de la Unión Europea en base a un acuerdo similar al que ya selló el actual Primer Ministro británico con la Comisión Europea. Sin embargo, se anticipan numerosos escollos en torno a la negociación del nuevo marco de relaciones entre la UE y Reino Unido. Durante la campaña, Boris Johnson se comprometió a concluir las negociaciones en el plazo previsto de finales de 2020. Sin embargo, un desacuerdo no se puede descartar, algo que conllevaría o bien una extensión del plazo, o un Brexit abrupto. En este último caso, las consecuencias para la economía española serían nefastas, sobre todo si los mercados —que se han mostrado eufóricos en fechas recientes—revisan sus expectativas.
Gráfico 1
Gráfico 2
La política monetaria, ese otro titán, se esfuerza en contrarrestar las tendencias recesivas, con inyecciones masivas de liquidez y recortes de tipos de interés. Con eso espera detener la pérdida de confianza, animar las empresas a invertir y los consumidores a gastar, y alejar el espectro de una “japonización”. En sus recientes previsiones el BCE anticipa un repunte del crecimiento europeo a partir de mediados de 2020, algo que, según el Banco de España, limitaría la desaceleración de la economía española. No obstante, la acción de los banqueros centrales genera nuevos riesgos, como un excesivo endeudamiento de empresas que solo son viables con dinero gratis. También tiende a perjudicar la banca regulada, con respecto a la que opera en la sombra, al margen de la normativa. En España, los préstamos bancarios se reducen un 1,5% mientras que la financiación no-bancaria crece un 14,4% (datos hasta octubre). En suma, la política monetaria ultra-expansiva irá perdiendo eficacia, y su lógica la abocará a inyectar estímulos en dosis cada vez más potentes, generando nuevos riesgos para la sostenibilidad financiera.
Solo la política económica puede resolver esos conflictos, asentando las bases de una expansión renovada. Para ello, una premisa es la formación de un Gobierno estable, capaz de afrontar los desequilibrios que se han ido acumulando, y restaurar la confianza. Algo complejo en nuestro país, pero no descartable para el año que entra.
Fuentes de los gráficos: CPB World Trade Monitor, Markit Economics y Banco de España.