El espectáculo de idas y venidas que ofrece la Administración Trump, cuya última peripecia se plasma en el “acuerdo” comercial con Reino Unido (otro retroceso, con zonas grises, que contrasta con los anuncios atronadores del día de la liberación) no debería ocultar la tarea que nos queda por delante para adaptarnos a un mundo en plena transformación. Los flujos comerciales ofrecen una imagen esclarecedora a este respecto: contrariamente a una opinión extendida, los intercambios con los bloques no comunitarios han mantenido una senda ascendente, mientras que el tan cacareado mercado único europeo ha seguido perdiendo vigor, evidenciando la persistencia de las carencias diagnosticadas por el informe Draghi.
Comparando el promedio de enero y febrero con el mismo periodo dos años atrás, se desprende que las exportaciones españolas de bienes hacia países no europeos se incrementaron un 2,2%, mientras que los envíos a los socios comunitarios descendieron un 7,2%. La tendencia es similar en toda Europa: el comercio intraeuropeo ha descendido un 4,5%, mientras que las exportaciones fuera de la UE se han expandido un 6,3% (siempre con datos hasta febrero), poniendo de manifiesto la inquietante contracción del mercado único, lastrado por todo tipo de trabas o cuasi aranceles.
El crecimiento de los mercados extracomunitarios precede el regreso al poder de Trump, pero se ha acelerado desde entonces, ya que los exportadores han intentado adelantar sus envíos transatlánticos ante la inminencia de la escalada arancelaria (el fenómeno del frontloading).
La situación ha cambiado radicalmente desde el comienzo de la ofensiva comercial. Uno, por el efecto escalón que necesariamente se está produciendo tras haber adelantado los envíos a EE. UU. en el primer tramo del año. Dos, porque los aranceles merman la competitividad de los exportadores europeos, en un mercado como el norteamericano que se enfrenta además a un riesgo de recesión. Y, finalmente, como consecuencia de la intensificación de la competencia de China, cuya economía se sostiene por las exportaciones.
Los flujos de transporte marítimo reflejan estas tendencias. La semana pasada se cancelaron en torno al 10% de las salidas de mercancías en las principales rutas comerciales, y las previsiones apuntan a un descenso prolongado (según la plataforma Drewry, que dispone de informaciones en tiempo real). El retroceso es más acusado en las rutas que unen el continente asiático con EE. UU.: el tráfico de mercancías del puerto de Los Ángeles, habitualmente uno de los más concurridos del mundo, descendió un 35% en el mes de abril.
Entretanto, China redobla esfuerzos para reconfigurar sus rutas de exportación, con el objetivo de compensar el cierre del mercado norteamericano. Sus plataformas de comercio en línea, muy populares por los precios de derribo, han desplegado un potente arsenal publicitario para elevar las ventas en Europa. El resultado es que las exportaciones totales del gigante asiático se incrementaron ligeramente en abril, en buena medida porque el desplome de las ventas en EE. UU. (-21% en términos interanuales) se contrarrestó con mejoras en el sureste asiático (+21%) y en Europa (+8%).
En suma, ante las disfunciones del pulmón global, la revitalización del mercado único emerge como la principal baza para la economía europea y la española. La renovación de la gran coalición en Alemania, que cuenta con un importante proyecto para acometer inversiones, aporta una señal relevante. El Viejo Continente aparece también como una apuesta relativamente segura para el mundo del dinero. Tanto el Tesoro Público alemán como el español colocan deuda en el mercado en condiciones más favorables, y menos volátiles, que su homólogo de EE. UU. Las bolsas acompañan esta sensación de confianza en la economía europea. Pero, como tal, la entrada de capital financiero no altera el complejo escenario a que nos asomamos en el corto plazo. Falta apuntalar las expectativas con reformas concretas que desatasquen la inversión productiva, aportando a la sociedad un horizonte de prosperidad compartida.
CHINA | Las compras españolas de mercancías producidas por el gigante asiático se incrementaron un 57% en el periodo 2019-2024, un ritmo superior al de las otras grandes economías europeas. Hoy por hoy China representa más de la quinta parte de las importaciones españolas desde países no comunitarios, un resultado próximo a la media europea. Destacan los bienes de consumo, con un 43% del total importado por España desde China, casi diez puntos más que la media europea. A la inversa, los bienes de equipo representan el 36% del total, seis puntos por debajo de la media europea.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.