Alrededor de 2.940.000 pequeñas y medianas empresas (pymes) se encuentran actualmente inscritas en la Seguridad Social. Estas empresas de menos de 250 asalariados representan (incluyendo a los autónomos propiamente dichos) el 99,8 % de todas las empresas de España y generan el 62,1 % de nuestro empleo empresarial. Ninguno de estos dos porcentajes destaca particularmente en el contexto europeo. De acuerdo con el último informe anual sobre las pymes europeas publicado por la Comisión Europea, los aproximadamente 24,3 millones de pymes (no financieras) activas en la UE -27 representan el 99,8 % de todas las empresas y emplean al 64,4 % de los trabajadores del sector empresarial.
Aun cuando el 93 % de las empresas españolas tienen menos de 10 asalariados (es decir, o carecen de asalariados o son microempresas), España no destaca especialmente por el pequeño tamaño de sus empresas cuando se compara con otros países europeos (excepto Alemania y Dinamarca). Según datos de la OCDE, en el lustro 2018-2022 el tamaño medio de todas las empresas españolas, con o sin asalariados, se situaba en 4,7 ocupados; una cifra que no solo superaba a la de otros países europeos meridionales (Grecia: 3,7; Portugal: 3,8; Italia: 4,2), sino también a la de los Países Bajos (4,5) (Gráfico 1). De hecho, este país, el tercero con el PIB per cápita más elevado de la Unión Europea (tras Luxemburgo e Irlanda), registraba, de acuerdo con datos publicados por Eurostat (2021) un porcentaje de empresas sin asalariados mucho más alto que España (54,6 %), concretamente 30 puntos superior (84,5 %) (Gráfico 2).
Siguiendo con el caso de los Países Bajos (cuyo porcentaje de pymes sobre el total de empresas coincide con el español), en 2022 el peso de las empresas de menos de 10 empleados sobre el conjunto de sus pymes (95,9 %) es algo más alto que en España (94,5 %). Sin embargo, la contribución de estas microempresas neerlandesas al empleo del conjunto de las pymes del país es bastante menor que la de las microempresas españolas (43,3 % y 52,2 %, respectivamente), mientras que las empresas medianas (50-249 empleados) aportan una proporción bastante mayor (27,9 %) que las españolas (19,3 %) al empleo total de las pymes. Asimismo, las empresas medianas de este país centroeuropeo adelantan significativamente a las españolas en su participación en el valor añadido del conjunto de las pymes (38,2 % y 28,2 %, respectivamente) (Gráfico 3). En definitiva, aunque en los Países Bajos los autónomos sin asalariados representan una proporción extraordinariamente alta del tejido empresarial, las pymes medianas son las que generan proporcionalmente más empleo y valor añadido.
Pero tan importante o más que el tamaño de las pymes es el tipo de actividad a la que se dedican, y a este respecto las diferencias entre ambos países también son destacables. Más de la mitad de las pymes neerlandesas pertenecen a sectores intensivos en conocimiento o de alta o media tecnología, proporción que, en España, se queda en la cuarta parte[1]. Mientras que los Países Bajos lideran el ranking en esta variable, España —junto con Portugal y Bulgaria— presenta el porcentaje más elevado de pymes cuya actividad se desarrolla en sectores de baja intensidad en conocimiento o de baja tecnología. En concreto, el peso de las pymes que operan en esos sectores (74,2%) casi triplica el de las que operan en sectores intensivos en conocimiento o de alta o media tecnología (25,8%) (Gráfico 4).
Esta evidencia puede contribuir a ilustrar el problema de la productividad que tanto preocupa hoy a las pymes españolas, y que se revela, sobre todo, en las fases alcistas del ciclo económico: las empresas en sectores menos intensivos en conocimiento, de baja tecnología o menos innovadores tienden a generar más empleo que valor añadido, en detrimento de la productividad. Según el último informe de coyuntura de las pequeñas y medianas empresas españolas publicado por CEPYME, en el último trimestre de 2023 la productividad media de las pymes cayó un 0,7 % en términos interanuales, situándose un punto por debajo del nivel prepandémico (cuarto trimestre de 2019). Por tanto, el crecimiento de la producción y las ventas observado en los últimos trimestres no se ha traducido en ganancias de productividad, que, a fin de cuentas, deberían constituir el motor principal del crecimiento económico y salarial. Por lo demás, es el crecimiento de la productividad el que puede impulsar el aumento del tamaño de las propias pymes, catalizando un proceso de círculo virtuoso entre ambas variables[2].
Las pymes españolas —y, en general, las europeas— han afrontado en esta tercera década del siglo XXI sucesivas pruebas de fuerza: las restricciones de empleo y movimientos provocadas por la respuesta de los gobiernos de todo el mundo a la pandemia, el encarecimiento de los precios de la energía, los problemas de suministros, la elevada inflación y la falta de personal con distintos niveles de cualificación, así como las dificultades de financiación por el aumento de los tipos de interés. Los incrementos de los costes laborales, de las tasas de absentismo laboral y de las tasas de morosidad de sus clientes han añadido restricciones importantes al quehacer empresarial. Todo esto ha sucedido al mismo tiempo que se les han exigido avances hacia una economía digital y mejoras en la sostenibilidad medioambiental. Aun cuando centenares de miles de pymes en toda Europa hayan podido acceder a convocatorias de ayudas y subvenciones financiadas con los Fondos NextGenerationEU, el futuro a corto y medio plazo sigue planteando retos importantes. Así lo advierte el ya citado informe anual de la Comisión Europea, tildando la situación de las pymes europeas de “arriesgada” (perilous) y “desafiante” (challenging).
Muy probablemente, la sociedad española no ha sido consciente de gran parte de los problemas que han afectado específicamente a las pymes durante estos años. No deja de ser curioso que, cuando los españoles escuchamos la palabra “empresarios”, pensamos más en “grandes empresas” que en “pequeñas y medianas empresas”, como ha puesto de manifiesto una encuesta de Funcas a la población adulta (Gráfico 5).
Es evidente que, por su alcance y extensión, las pymes producen buena parte de los bienes y servicios que consume la sociedad y generan la mayoría de los puestos de trabajo del mercado laboral. Ya solo por estas razones sería deseable que la sociedad las tuviera más en su imaginario cuando se habla de “empresarios”. Pensar en los empresarios no como los pocos que son propietarios de grandes corporaciones y/o las dirigen, sino como los responsables del funcionamiento de más de nueve de cada diez negocios que operan en España se ajustaría más a la realidad y seguramente favorecería actitudes de mayor confianza hacia el empresariado como actor socioeconómico.
Aunque, por lo general, la discreción prevalezca
sobre la búsqueda de notoriedad en el comportamiento público de las pymes, la
celebración del Día de las Microempresas y de las Pequeñas y Medianas Empresas
cada 27 de junio desde 2017 ofrece una oportunidad para enfocar la atención
sobre este sector y poner de manifiesto su aportación no solo a la economía del
país y la prosperidad de su gente, sino también a la generación de recursos
para financiar los servicios públicos y, a la postre, al bienestar de la sociedad.
[1] Entre otros servicios intensivos en conocimiento cabe citar los relativos a telecomunicaciones, la programación informática, la producción audiovisual, la consultoría, el management y la investigación científica. Las categorías incluidas en los servicios de alta, media y baja intensidad de conocimiento, así como en las industrias de alta, media y baja tecnología pueden consultarse en: European Commission. Annual Report on European SMEs 2022/2023, pág. 77.
[2] La relación entre la productividad y el tamaño de las empresas españolas ha sido objeto de numerosos estudios y análisis. Argumentos de interés al respecto pueden encontrarse, entre otras muchas aportaciones, en: Huerta Arribas, E. y Salas Fumás, V. (2022). La empresa en España en tiempos de crisis: salarios, beneficios e inversión, en Papeles de Economía Española, 173: 42-59, y Andrés, J. A. y Doménech, R. (2015). En busca de la prosperidad. Los retos de la sociedad española en la economía global del siglo XXI. Barcelona: Planeta.