Con el cierre de 2017, la economía española cumplió tres ejercicios creciendo a una tasa superior al 3% anual y anotando un superávit en su saldo del comercio de bienes y servicios, así como en el de su balanza por cuenta corriente y de capital, que se sostuvieron en valores altos sin mostrar signos de debilidad hasta el comienzo del ejercicio actual, 2018, en el que ambos han experimentado un sensible recorte. En efecto, durante el año en curso, aún sin cerrar, puede preverse que el primero de estos dos indicadores descienda del 2,9% al 1,9% del PIB, un punto porcentual, mientras que el segundo se reduciría del 2,1% al 1,7% del PIB. Como es sabido, el segundo de los indicadores añade al primero fundamentalmente el cómputo de las rentas de los factores y las transferencias.
La preocupación por lo que está sucediendo este año, consecuencia de una ralentización de las exportaciones que no sólo afecta a España (las alemanas estás descendiendo) y del alza del precio del petróleo, puede dificultar valorar adecuadamente la importancia de lo ocurrido hasta ahora, que el Gráfico 1 ilustra bien. España, el país europeo que más ha crecido desde 2013, ha conseguido transformar su considerable y duradero déficit exterior en un superávit, emulando a Alemania y a Italia y superando a Francia.
Gráfico 1
Fuente: FMI
Pero concentrar la atención en un presente tan marcado por la fragilidad del entorno internacional puede tener un segundo inconveniente, el de inducir a pensar que el superávit logrado por España en sus cuentas exteriores será pasajero, y que pronto hará su aparición el déficit que tan frecuentemente ha acompañado el desenvolvimiento de la economía española y que para algunos es la expresión lógica de la falta de competitividad de nuestras producciones.
Esta conclusión es preocupante porque los datos de que disponemos no parecen avalarla. Vaya ya por delante que el propio Fondo Monetario Internacional, que no se caracteriza por sus previsiones optimistas, prevé el sostenimiento del superávit español hasta 2023 en cifras cercanas a las de 2018 (Gráfico 1). Añadamos que no consideramos que el superávit exterior deba ser un objetivo de una nación. Lo deseable es que las cuentas exteriores están equilibradas. Pero no debe olvidarse que un superávit exterior permite a España reducir su elevado endeudamiento exterior, al tiempo que evita limitaciones a un crecimiento elevado de la economía —en el entorno del 3%— que hoy resulta clave para disminuir los elevados niveles de desempleo que se registran.
«El logro de un saldo positivo en las cuentas exteriores españolas durante los últimos años no sólo se ha basado en una aceleración de nuestras exportaciones, que quizá ha causado una excesiva sorpresa, sino también en una notable desaceleración de las importaciones».
Nuestras estimaciones del superávit exterior no siguen los mismos caminos que las del FMI pero conducen a conclusiones semejantes. El relativo sostenimiento del superávit exterior español que pronostica el FMI se basa en la previsión de una desaceleración del crecimiento de la economía española en los próximos años. En cambio, nuestras estimaciones indican que aún con un crecimiento del PIB como el del año actual, cercano al 3%, el superávit exterior tenderá a mantenerse, sobre todo por un lento aumento de las importaciones.
Para entender adecuadamente este pronóstico, hay que partir de que el logro de un saldo positivo en las cuentas exteriores españolas durante los últimos años no sólo se ha basado en una aceleración de nuestras exportaciones, que quizá ha causado una excesiva sorpresa, sino también en una notable desaceleración de las importaciones, que no ha causado tanta sorpresa, aunque sin duda constituye el aspecto más sorprendente. En efecto, el buen comportamiento de nuestras exportaciones ha caracterizado el crecimiento de la economía española desde hace ya muchos años, sobre todo desde la entrada de España en la CEE (hoy UE). Medidas en volumen, rara vez han crecido por debajo del 4%, como muestra el Gráfico 2. El ejercicio actual, el de 2018, es uno de los raros. En cambio, la menor respuesta de las importaciones al aumento de la demanda final es un rasgo general del comercio mundial, que se atribuye a una importante desaceleración del proceso de construcción de grandes cadenas de valor internacionales, que tuvo su auge entre 1995 y 2005, el último e intento periodo de globalización.
Gráfico 2
Fuente: Eurostat
El temor a la rápida evaporación del superávit exterior español se apoya frecuentemente en la creencia de que el aumento de las exportaciones ha sido un milagro (algo difícil de explicar) y que la desaceleración de las importaciones guarda relación con el entorno enrarecido creado durante la prolongada crisis vivida. Lo primero es claramente incierto y lo segundo contrario a diversas evidencias, aunque también difícil de contrarrestar de forma contundente.
«Todo indica que España ha pasado a formar parte del club de países con una posición sólida en sus cuentas exteriores, una primera manifestación del cambio de modelo productivo tan demandado en los últimos años».
Nuestra previsión de que el superávit exterior de España se sostendrá en los próximos años deriva de dos supuestos que los datos avalan. El primero, que las exportaciones reales aumentarán a una tasa mínima del 4%, que, por lo demás, resulta acorde con las previsiones de expansión de la demanda mundial del FMI. El segundo, que las importaciones responderán de forma moderada al aumento de la demanda final española, como lo vienen haciendo desde 2015. Desde este año, el incremento de las importaciones por cada 1% de aumento de la demanda final ha sido de 1,3% puntos. Si esta pauta se mantiene, un aumento del PIB del 3% irá acompañado de una ligera mejora del saldo exterior de bienes y servicios. Aun admitiendo una respuesta de las importaciones a la demanda final algo mayor (de 1,5% por punto de aumento de ella), el saldo exterior de bienes y servicios sufriría un deterioro pequeño, y sólo se reduciría de forma sensible después de varios años de crecimiento sostenido, y siempre que las exportaciones no superaran el 4% de aumento, lo que han venido haciendo desde 1985.
Por consiguiente, todo indica que España ha pasado a formar parte del club de países con una posición sólida en sus cuentas exteriores, una primera manifestación del cambio de modelo productivo tan demandado en los últimos años. Ascensos en capital humano y capital tecnológico, a través de mejor educación y mayor innovación, afirmarán ese cambio y harán imposible una vuelta atrás.
Más información en el artículo ‘La sostenibilidad del superávit exterior’, publicado en Cuadernos de Información Económica, número 267