La radical contribución de la ciencia y la tecnología al aumento del bienestar no constituye ninguna exclusiva de la cuarta revolución industrial. Sin embargo, la celeridad de los cambios tecnológicos y, más recientemente, las urgencias derivadas de la pandemia de COVID-19 han enfatizado aún más su importancia, a la vez que han replanteado el papel de los científicos en el debate público. ¿Qué espera la sociedad de la ciencia y de los científicos?
A la luz de los datos del Eurobarómetro Especial “European citizens’ knowledge and attitudes towards science and technology“, publicados en septiembre de 2021, la visión que los ciudadanos de la Unión Europea tienen de la contribución de ciencia a la sociedad es muy positiva. Así lo declaran el 86% de los europeos y, además, esta es la opinión mayoritaria en todos los países europeos (gráfico 1). En España esta cifra se sitúa por encima de la media europea (90%). Destacan como los países con mejor opinión sobre los efectos de la ciencia y la tecnología Portugal, Irlanda y los países del norte de Europa (más del 95%). En el otro extremo, hay que considerar que, en algunos países del este de Europa, así como en Italia, Austria y Francia, el peso de los que afirman que la contribución de la ciencia es negativa no es nada desdeñable: 15% en Italia, 17% en Austria, 19% en Francia y 25% en Rumanía.
Dada la predominante visión positiva sobre la contribución de la ciencia y la tecnología a la sociedad, no sorprende que también sea grande el acuerdo con la intervención de los científicos en el debate político para garantizar que las decisiones tengan en cuenta las evidencias científicas (gráfico 2). En todo caso, cabe destacar que el porcentaje de ciudadanos europeos que así lo cree (68%) está por debajo del correspondiente a la opinión positiva sobre la contribución de la ciencia (86%), lo que sugiere que algunos ciudadanos prefieren que los científicos se mantengan alejados del debate político a pesar de que crean que la ciencia es positiva. Además, en este aspecto las diferencias entre los países europeos son algo mayores. Mientras que Estonia (85%), Bélgica (81%), Portugal (78%), e Irlanda (78%) destacan entre los países que abogan en mayor medida por la intervención de los científicos en el debate político, este porcentaje es sustancialmente menor en algunos países del este de Europa y especialmente en Hungría, único país en que esta opinión no es mayoritaria (43%). La cifra española (70%) se sitúa ligeramente por encima de la media europea.
De todas formas, de los datos del Eurobarómetro no puede deducirse que la sociedad mantiene una percepción positiva sobre el papel de los científicos en todas las dimensiones. Uno de cada dos europeos se declara de acuerdo con la frase: “Ya no podemos confiar en que los científicos digan la verdad sobre cuestiones científicas y tecnológicas controvertidas porque dependen cada vez más del dinero de la industria” (gráfico 3). A pesar de que España se sitúa por encima de la media europea en cuanto a la opinión positiva sobre la ciencia y la tecnología, también destaca por su grado de desconfianza (57%).
A pesar de la clara opinión positiva sobre la contribución de la ciencia a la sociedad, de estos datos se desprende que, para muchos europeos, los intereses económicos pueden interferir en el trabajo de los científicos y, por lo tanto, en su credibilidad. Al mismo tiempo, se puede esperar que la ciencia y la tecnología continúen aumentando su peso como generadores de crecimiento y bienestar. Quizás la divulgación científica y la transparencia en la investigación puedan convertirse en instrumentos imprescindibles para la cohesión social en las sociedades del futuro.