La industria española ya venía mostrando una pérdida de importancia en la generación de riqueza desde finales del siglo XX, pero el análisis realizado muestra que la crisis ha agudizado esta desindustrialización, especialmente en términos de empleo. En efecto, entre 2007 y 2013, se destruyeron en la industria española un total de 753,4 mil empleos equivalentes, lo que supone un 25,8% de los empleos existentes al comienzo de la recesión. No obstante, en términos de VAB, se observa un comportamiento algo más alentador. Si bien el desplome sufrido en 2009 fue mucho más duro que en ningún otro sector; en los años 2010 y 2011 la industria mostró un comportamiento notoriamente mejor que el resto de actividades y que ha logrado mantener, con lo que prácticamente ha recuperado su significación al inicio de la crisis. El resultado indiscutible de la conjunción de ambas evidencias ha sido un crecimiento muy intenso de la productividad del trabajo, pero a costa de un drástico ajuste del empleo. Por otra parte, este ajuste se ha realizado en gran medida vía contratados eventuales y de menor cualificación, de manera que las plantillas de las empresas son ahora más cualificadas y con mayor estabilidad y experiencia. Por tanto, en el futuro esto debería contribuir a mejoras de productividad basadas en crecimientos del VAB y no en destrucción de empleo.
La realidad de la industria por comunidades autónomas pone de manifiesto que se ha seguido un comportamiento muy dispar, y no sólo a raíz de la reciente recesión. La destrucción de empleo industrial registrada, en términos agregados, desde el 2001 es compatible con que muchas regiones creasen empleo neto durante la fase expansiva (incluso hasta el año 2008). La evidencia muestra que regiones con un sector manufacturero menos asentado en su estructura económica (entendido como que su aportación a la riqueza regional era inferior a la media nacional y nunca había alcanzado la participación de las regiones más industrializadas) presentaban todavía capacidad de crecimiento. Sin embargo, a partir de 2008, la destrucción de empleo en la industria se generalizó en todas las regiones. De igual forma, en la productividad se observan notables diferencias territoriales que, además, se han acentuado durante la recesión. Es particularmente reseñable el caso del País Vasco, que ha pasado a ser la región con productividad más alta.
El ajuste sufrido por el sector industrial se refleja también en una significativa reducción del número de empresas. Las manufacturas perdieron el 18,6% de las empresas (entre 2007 y 2012), siendo esta reducción particularmente intensa en las empresas con asalariados, pues en el caso de las empresas sin asalariados esta cifra baja al 8,1%. Ello provoca que la participación de empresas sin asalariados en las manufacturas haya aumentado, lo cual tiene una importante repercusión en términos de productividad y la jornada laboral efectiva. Otro indicador que muestra el preocupante momento que están atravesando las empresas es el incremento de la proporción de aquellas que declaran un rendimiento contable negativo.
Al final de la crisis se observa una mayor presencia de empresas con más esfuerzo en I+D, más innovadoras, con personal más cualificado y más volcadas al exterior
La contracción de la relevancia de las manufacturas como generadoras de riqueza a lo largo de las últimas dos décadas no se ha repartido por igual entre actividades. Entre 1995 y 2007, los sectores de tecnología media incrementaron su participación, pero después esta tendencia se ha revertido explicada, en gran medida, por el derrumbe de los sectores vinculados a la construcción. En cualquier caso, el cambio estructural interno en las manufacturas confirma que se dirige hacia un aumento en el peso de industrias más intensivas en tecnología.
La descomposición del crecimiento de la productividad agregada —con el objetivo de identificar qué proporción de su variación se explica por modificaciones en la productividad de cada uno de los sectores (dada la estructura productiva constante), por cambios en la estructura productiva (hacia los sectores de mayores niveles de productividad), o bien por una combinación de ambos factores— muestra una preponderancia clara del primer factor. Sin embargo, a partir del año 2000, también el cambio de la estructura productiva hacia sectores más productivos está contribuyendo positivamente en la productividad.
Aunque la crisis ha afectado a todas las empresas, evidentemente, no todas se encontraban en las mismas condiciones para afrontar un escenario de mercado adverso. Al final de la crisis se observa una mayor presencia de empresas con más esfuerzo en I+D, más innovadoras, con personal más cualificado y más volcadas al exterior. Bien porque estas empresas ya se caracterizaban por estos comportamientos o bien porque han cambiado su estrategia hacia ellos, parece razonable afirmar que estas empresas han mostrado una mayor capacidad para sobrevivir en condiciones hostiles.
Un ejemplo de adaptación a condiciones desfavorables como la fuerte debilidad de la demanda interna presente durante la recesión es cómo las empresas han utilizado los mercados exteriores como sustitutos, potenciando sus exportaciones hacia los mercados en los que ya estaban operando y buscando, también, nuevos mercados más lejanos pero con más capacidad de crecimiento. Por ello, las exportaciones se han convertido en una pieza clave para mantener su actividad, tanto que la industria española ha mejorado su competitividad internacional, ya que sus exportaciones se han mantenido en el mercado mundial en un contexto de contracción.
Otro aspecto muy positivo de este cambio (o bien, intensificación) de estrategias que conducen a una mayor productividad es que se ha observado mayoritariamente en las empresas pequeñas y mediana. En definitiva, y dado que el tejido industrial lo componen mayoritariamente este tipo de empresas, este reajuste ofrece una oportunidad excelente para que la industria recupere su protagonismo en la economía española.
Esta entrada es una versión reducida y editada del artículo “La industria española: desde la crisis hacia la fortaleza”, publicado en el número 144 de PAPELES DE ECONOMÍA ESPAÑOLA.