El resultado de las elecciones americanas genera nuevas incertidumbres para la economía española, que se añaden a las turbulencias provocadas por la decisión del pueblo británico de salir de la Unión Europea.
Los impactos directos son moderados, sobre todo si se comparan con el Brexit. En 2015, las exportaciones hacia los EE.UU representaron apenas un 4,6% del total, cerca de tres puntos menos que las ventas al Reino Unido. Sin duda, el mercado americano es importante para algunos sectores como el agro-alimentario y la industria farmacéutica.
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Las ventas de servicios no turísticos dependen proporcionalmente más del mercado americano que en el caso de las mercancías, sobre todo con respecto al negocio bancario y la construcción. Por ejemplo, el turismo americano representa menos del 3% del turismo total, frente al 20-25% en el caso del turismo británico, verdadero “maná” para nuestras costas.
Así pues, si bien la Casa Blanca tiene la capacidad de imponer aranceles y limitar las importaciones, el impacto sobre las exportaciones españolas sería limitado. Además, provocaría medidas de retorsión por parte de la Unión Europea. Es importante recordar que España compra más a los EE.UU. de lo que exporta a ese país. La balanza es deficitaria en 444 millones de euros.
Por otra parte, las empresas americanas son importantes fuentes de inversión directa. De los casi 24.000 millones de euros invertidos en España en 2015, más del 9% provenía de los EE.UU. Sin embargo, se trata de una presencia tradicional que difícilmente se revertirá con la llegada de una nueva administración.
«La llegada de Trump crea un contexto incierto y potencialmente peligroso para el sistema multilateral. Sus declaraciones durante la campaña dejan augurar grandes dificultades para la firma de tratados de comercio e inversión internacional, piedra angular de la política exterior americana durante estos últimos años».
El probable endurecimiento de la política de inmigración afectará sobre todo a los países latinoamericanos. En el caso de España el movimiento de personas está regulado por tratados específicos que, de cuestionarse, generaría una vez más medidas de retorsión por parte de los socios comunitarios. Unos 125.000 españoles residen en los EE.UU. frente a los cerca de 33.000 estadounidenses que viven en nuestro país.
La llegada de Trump crea un contexto incierto y potencialmente peligroso para el sistema multilateral. Sus declaraciones durante la campaña dejan augurar grandes dificultades para la firma de tratados de comercio e inversión internacional, piedra angular de la política exterior americana durante estos últimos años. Se anticipan dificultades en las ya complicadas negociaciones de un nuevo tratado de libre intercambio con Europa –el llamado TTIP, hoy por hoy muy cuestionado por varios países europeos, como por ejemplo Francia. Y queda por ver cómo las polémicas declaraciones de campaña sobre la competencia desleal de los productos chinos se articulan con la realidad del día a día. La financiación de la abultada deuda pública americana depende de su principal acreedor, es decir China, que ha invertido gran parte de sus excedentes comerciales en la compra de bonos de ese país.
El nuevo presidente dispondrá de un margen de maniobra más amplio en el ámbito interno. Pero para evaluar sus impactos –esta vez indirectos– sobre la economía española, queda por ver qué tipo de medidas se adoptarán finalmente. Durante la campaña, ha mantenido mensajes contradictorios: se ha prometido un recorte de impuesto sobre las rentas altas y las empresas y, a la vez, se ha insistido en la importancia de una mejor redistribución de la renta de manera a reducir las desigualdades y atender a una clase media que mira el futuro con miedo. El presidente electo ha anunciado un plan de inversión pública para crear empleo y, al mismo tiempo, considera indispensable reducir la presencia del Estado en la economía. Todo podría confluir en un aumento del déficit público, pero esto chocaría con los límites al endeudamiento impuestos por el Congreso. Se esperaba un aumento de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal antes de finales de año. Es posible que esta decisión se retrase, lo que también llevaría al Banco Central Europeo a una actitud de prudencia.
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Fuente: Banco de España
Ante una situación que se augura incierta, es importante mantener un rumbo predecible en las políticas macroeconómicas españolas. La deuda externa se mantiene a un nivel elevado lo que aconseja mantener un superávit externo. Una mayor contundencia en las políticas europeas de estímulo a la inversión también ayudaría, sobre todo teniendo en cuenta el débil crecimiento previsto para la zona euro (un 1,5%, inferior a la anterior previsión) y la persistencia de un paro elevado. Por fin, con la vista puesta en las próximas elecciones en Francia y Alemania, las políticas deben conseguir un crecimiento más inclusivo y más intensivo en empleo de calidad. Solo así se podrán evitar nuevas turbulencias políticas y sociales, esta vez en el corazón de Europa.