La deuda pública se ha estancado en valores que rozan un año de renta nacional, lo que representa la principal amenaza para la sostenibilidad del estado de bienestar de nuestro país. Según los datos divulgados esta semana por el Banco de España, los pasivos de las administraciones públicas aumentaron en 5.000 millones de euros durante el mes de mayo, y más de 10,000 millones en lo que va de año.
La dinámica de la deuda es engañosa. A corto plazo, sus efectos parecen inocuos. Durante el trienio de la recuperación, 2015-2017, la deuda se incrementó en 103.000 millones de euros, mientras que los pagos por intereses se redujeron en 6.000 millones, lo que produce una sensación de “dinero fácil”.
Sin embargo, este resultado aparentemente favorable es fruto de una combinación de factores excepcionales. Tipos de interés ultrarreducidos, compra de deuda del BCE y abundancia de liquidez en los mercados, dopados por las inyecciones monetarias de los bancos centrales occidentales.
Es conocido que esas circunstancias tocan a su fin, lo que provocará una espiral de pagos de intereses y más deuda. El próximo año, el Tesoro tendrá que renovar cerca de 90.000 millones de títulos de deuda que vencen. La tarea se antoja, por la reducción anunciada del programa de compras del BCE desde principios de año, algo más complicada que en anteriores ejercicios. A esto le sigue un aumento de tipos.
Por suerte, se prevé un crecimiento elevado de la economía y una reducción del paro, lo que ayuda a reducir el déficit tanto por el lado de los ingresos como de los pagos. Pero la expansión irá perdiendo vigor.
La combinación de unas condiciones de financiación menos favorables y la reducción del crecimiento dificultará el desendeudamiento. En estas circunstancias, y sin cambios en la política fiscal, la deuda no bajaría del 90% del PIB hasta el 2025. Además, estas previsiones se han realizado bajo la hipótesis optimista de una normalización progresiva de los tipos de interés y crecimiento estable y relativamente elevado —en torno al 2% a partir de 2020. Si la economía creciera menos, a tasas cercanas a su potencial, la deuda apenas bajaría.
“Una mayor inflación sin duda ayudaría, pero esta vía es inverosímil, si tenemos en cuenta los objetivos de política monetaria y la ortodoxia de Alemania y de otros países con los que compartimos la moneda única”.
En un escenario alternativo de deterioro de los mercados financieros, los países con deuda elevada, entre los que se encuentra España, sufrirían un aumento de la prima de riesgo, encareciendo el coste de la deuda. Según las simulaciones de la Comisión Europea, este factor podría provocar por si solo un importante crecimiento de la deuda, que se acercaría al 105% del PIB, lo que obligaría a tomar medidas traumáticas de recorte de gasto y aumento de la presión fiscal.
Gráfico 1
Se puede reducir la deuda sin descarrilar la recuperación ni desmantelar la protección social, como lo revela la experiencia de países como Suecia y más recientemente de Portugal, o los esfuerzos de algunas comunidades autónomas. Para ello conviene actuar durante la expansión. Los estudios de la Comisión muestran que ninguno de los veinte episodios exitosos examinados se ha producido con tasas de crecimiento inferiores al 1,5%. Una mayor inflación sin duda ayudaría, pero esta vía es inverosímil, si tenemos en cuenta los objetivos de política monetaria y la ortodoxia de Alemania y de otros países con los que compartimos la moneda única.
Gráfico 2
Finalmente, aunque no hay panacea para moderar los déficits, una mezcla de medidas de eficiencia tanto por el lado de los ingresos como de los gastos parece lo más apropiado. Todo ello dentro de un plan estratégico creíble. No olvidemos que los objetivos de deuda se han incumplido un año tras otro, pese a un contexto económico excepcionalmente favorable.
La expansión se ha desaprovechado. Pero todavía estamos a tiempo para emprender una senda de reducción gradual de los desequilibrios, y así disponer de un margen de apoyo a la economía y al empleo en momentos difíciles. Y evitar el retorno de la austeridad.
Fuentes de los gráficos: Comisión Europea y Funcas