¿A qué prestación puedo aspirar tras la jubilación? ¿Por qué ha habido que rescatar bancos? ¿Cómo y en qué ahorrar? Muchos creemos tener respuestas para estas preguntas, pero no está claro que sean las más acertadas siempre. La educación financiera —de la que ayer se celebraba el primer día en España con participación del gobernador del Banco de España incluida— no es sólo una herramienta para la protección del ciudadano. Puede mejorar de forma ostensible sus condiciones de vida.
Que se celebre un día de la educación financiera en España es un síntoma de que algo se está moviendo para cambiar una situación que no es, ni de lejos, ideal. El último informe PISA sobre este tema situaba a España en el último lugar de los países considerados de la OCDE en cuanto a disponibilidad de este tipo de aprendizaje en el aula. El Banco de España y la CNMV, conscientes de lo que supone esta carencia, lanzaron interesantes iniciativas orientadas a promover el conocimiento financiero —como el programa Finanzas para todos— o una mayor implicación de los estudios financieros en el programa curricular en las escuelas —con Educación financiera en las aulas. Son proyectos en la dirección correcta, pero la dimensión del cambio debería ser mucho mayor. Las pinceladas cuasiobligatorias incluidas en cursos de Secundaria y ESO son sólo un ejemplo más del “un poco de todo y mucho de nada” en el que se ha convertido la educación en este país. Carencias que mientras que no se solventen lastran la formación de varias generaciones.
No es una opción prescindible. La edición 2015 del Informe de Desarrollo del Banco Mundial se dedicaba a Mente, sociedad y comportamiento. En ella se insistía, los psicólogos bien lo saben, en que las normas y las emociones sociales determinan en una proporción muy importante no sólo en qué ahorrar o cómo sino, incluso, a qué tipo de vida aspirar. La educación financiera aparece como uno de los catalizadores que puede trascender esas normas y condicionantes sociales para elevar las opciones del ciudadano, desde su infancia y juventud hasta su incorporación al mercado de trabajo.
“Mucha gente se siente condenada por las consecuencias de la crisis y, en parte, ven que el futuro de sus hijos está ligado a esa condena. La educación financiera es una de las herramientas que son necesarias para romper esa triste cadena”.
En países como España queda mucho por hacer y la crisis financiera no ha puesto las cosas mejor. Hay quien podría decir, con cierta razón, que algo hemos debido de aprender pero sólo el tiempo puede confirmarlo o —como ya ha ocurrido en el pasado— desmentirlo. Lo que sí sabe cualquier español es que mucha gente se siente condenada por las consecuencias de la crisis y que, en parte, ven que el futuro de sus hijos está ligado a esa condena. La educación financiera es una de las herramientas que son necesarias para romper esa triste cadena. Evidentemente, hacen falta muchas más cosas pero se trata de una poderosa arma de conocimiento para una mejor organización personal y para una mayor consideración y participación crítica en el futuro propio y el del país. El guirigay político de nuestro país parece poder con todo pero hay cuestiones que nos deben preocupar tanto o más. Una de ellas es la educación (financiera y de otros tipos) que aumenta nuestra exigencia con nosotros mismos y con los que nos gobiernan.