Pasado el ecuador del año, la economía española arroja un balance positivo, superando netamente las previsiones, si bien con nubes en el horizonte. El avance del PIB ha sorprendido al alza, tanto por su vigor (un 0,8% en el segundo trimestre, igual que el anterior) como por la fuerza del sector exterior, que explica más de la mitad del crecimiento registrado en lo que va de año.
Aparte del tirón del turismo, las empresas españolas mejoran su cuota de mercado en los mercados internacionales, resultado meritorio dado el complicado contexto global. Más sorprendente es el estancamiento de las importaciones, evidenciando la incapacidad de las empresas extranjeras para aprovechar plenamente el tirón de la demanda en España: las importaciones crecen a un ritmo cinco veces inferior a dicha demanda (elasticidad del 0,2), quebrando la relación histórica (elasticidad en el entorno del 1,2).
Se mantiene, por tanto, el superávit de nuestros intercambios con el exterior, asegurando una cierta robustez del proceso de crecimiento. El excedente de la balanza por cuenta corriente incluso bate el récord cosechado el año pasado (con datos del Banco de España hasta mayo). Por otra parte, el vigor del crecimiento ha ido de la mano de la creación de casi 300.000 puestos de trabajo en lo que va de año, en términos de EPA, fruto de la incorporación de más fuerza laboral (sube la tasa de actividad, atenuando mecánicamente el descenso del paro). Y no se vislumbra un recrudecimiento de las tensiones inflacionistas.
Con todo, es poco probable que estos resultados se repitan en el futuro. Se acumulan los síntomas de debilitamiento de la economía europea, prefigurando una pérdida progresiva de dinamismo de nuestras exportaciones, una vez pasado el sorprendente bum del turismo. La eurozona avanzó un escaso 0,1% en el segundo trimestre (descontando Irlanda, cuyo PIB está sujeto a gran volatilidad). La recaída de la economía alemana demuestra que el periodo de ajuste está siendo más complicado de lo anticipado. También preocupa el bache del consumo en EE.UU. así como sus reverberaciones en un comercio internacional marcado por el resurgimiento del proteccionismo.
Por otra parte, es probable que la atonía de las importaciones sea pasajera, al menos en parte, una vez que la inversión en bienes de equipo, altamente intensiva en importaciones, se vaya recuperando, algo deseable y que parece estar en marcha, si bien a un ritmo insuficiente para cerrar el déficit de capacidad productiva.
Además, la política fiscal está siendo menos expansiva: la recaudación crece en consonancia con la economía, mientras que el gasto se frena como consecuencia de la prórroga presupuestaria: el consumo público apenas aporta al crecimiento, siendo éste un hecho relevante, ya que esta variable explica el 49% del avance del PIB de estos últimos cuatro años y medio, frente a una contribución de la demanda privada, agregado que se obtiene sumando el consumo de los hogares y la inversión, del 5%, el 46% restante reflejando la aportación del sector exterior.
¿Tomará el relevo la política monetaria, como sería deseable habida cuenta de la necesidad acuciante de inversión? Parece más bien que el BCE aflojará gradualmente, los últimos datos de IPC no incitando a mucho optimismo más allá del pequeño recorte de tipos de interés que se anticipa a la vuelta del verano. Nada de ello promete un estímulo suficiente para que la inversión protagonice un fuerte ciclo expansivo.
En todo caso, es pronto para saber si la desaceleración de la afiliación, en pleno periodo vacacional, refleja una tendencia de fondo. Influyen factores técnicos, como el adelanto de las contrataciones a la primavera, ante el temor de escasez de mano de obra en los sectores ligados al turismo. Pero lo más probable es que los próximos trimestres vayan confirmando la convergencia del crecimiento a su ritmo potencial.
DEMANDA | Frente al auge espectacular del sector exterior, el comportamiento de la demanda interna está siendo mucho más discreto. El consumo de los hogares apenas avanzó un 0,3% en el segundo trimestre, por debajo de las tasas constatadas en anteriores etapas expansivas. El consumo público subió un escaso 0,2%, evidenciando la pérdida de protagonismo de la política fiscal. La inversión, variable clave para fortalecer la capacidad productiva y reducir la escasez de vivienda, creció un esperanzador 0,9% pero se encuentra todavía muy por debajo de los niveles previos a la pandemia.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.