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La economía española ante la mundialización

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Las tensiones comerciales que se han generado desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE UU podrían tener importantes consecuencias sobre la economía española y acelerar la reconfiguración de la mundialización.

La administración americana ha elevado los aranceles sobre el acero y el aluminio, y ha amenazado con más restricciones si los europeos no corrigen sus superávits comerciales. La Unión Europea, que ostenta la competencia en materia comercial en virtud del mercado único, ha llevado el caso a la Organización Mundial del Comercio al mismo tiempo que adoptaba medidas de retorsión, en coherencia con las reglas del organismo internacional. Esto a su vez ha provocado una cascada de nuevos aranceles, como por ejemplo un aumento del gravamen sobre las aceitunas negras españolas que entran en el mercado americano.

La batalla comercial con China es aún más virulenta por el importe de las transacciones penalizadas y el nivel de los aranceles, según datos del Banco Mundial, prácticamente el doble que el que soporta el comercio transatlántico. El impacto sobre la economía española es limitado a corto plazo, pero conlleva riesgos elevados ante la perspectiva de una escalada proteccionista. Los productos afectados por el incremento de aranceles representan apenas el 5% del total de exportaciones hacia ese país, y una pequeña fracción del total de ventas en el exterior. No obstante, los EE.UU. son el sexto socio comercial y el mayor inversor en nuestro país, con una presencia en todos los sectores clave.

Gráfico 1

Además, un recrudecimiento de las tensiones podría desorganizar las cadenas productivas que surgieron con la globalización. Nunca la economía española había sido tan vulnerable ante el proteccionismo. Fruto de la busca de alternativas frente a un mercado interno castigado por la recesión y de la internacionalización de las empresas, las exportaciones representan el 35% del PIB, 10 puntos más que antes de la crisis. En la industria, la dependencia de los mercados exteriores es todavía mayor. Por otra parte, las tensiones comerciales podrían acelerar el giro en la mundialización que ya estaba en marcha. La digitalización facilita el acercamiento de la producción a los lugares de consumo. Por ello se multiplican las relocalizaciones de actividades hacia Europa, incluso en sectores que se consideraban como los grandes perdedores frente a las economías emergentes (textil, astilleros, centros de atención telemática, etc.). En los últimos años, los flujos de inversión directa en Europa han tendido a aumentar, en parte por la relocalización, mientras que la tendencia inversa se observa para las inversiones que las empresas europeas realizan fuera del continente.

«Las ocupaciones que tienen un importante componente repetitivo compiten con robots y algoritmos. Por esta razón, cerca del 30% de los puestos de trabajo que hoy existen en España están en situación de vulnerabilidad».

Las tecnologías digitales también potencian la respuesta a una demanda fluctuante y la conexión con plataformas productivas como factores clave de competitividad. A la inversa, competir con estructuras de gran escala y bajos salarios será cada vez menos rentable. La automatización aumenta la demanda de trabajo “no rutinario” con un alto grado de innovación. Sin embargo, las ocupaciones que tienen un importante componente repetitivo compiten con robots y algoritmos. Por esta razón y según estimaciones elaboradas en base a una metodología de la OCDE, cerca del 30% de los puestos de trabajo que hoy existen en España están en situación de vulnerabilidad.

Gráfico 2

En definitiva, aunque la respuesta europea ante las presiones comerciales, al situarse dentro del marco de la OMC, es acertada, conviene potenciar los resortes internos de crecimiento en Europa, sobre todo en países que contribuyen fuertemente al superávit externo. Este es el caso de Alemania, con un excedente que se acerca a los 250.000 millones de euros, prácticamente las dos terceras partes del déficit de los EE UU. Y conviene igualmente anticipar los impactos de la revolución digital, especialmente en España. Los déficits tecnológicos y de capital humano son un lastre ante la nueva etapa de la mundialización.

Fuente de los gráficos: INE y Funcas.

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