En estos primeros albores del siglo XXI, la digitalización ha reducido drásticamente el coste de copiado y transmisión de la información y ha transformado radicalmente muchas de las industrias de contenidos, aumentando con ello exponencialmente la capacidad de los usuarios de consumir productos culturales, como música, libros o películas. Con la irrupción de las redes de intercambio de ficheros, una gran parte de este consumo se basó en contenidos que infringían los derechos de autor, y los primeros efectos de la digitalización supusieron una dolorosa experiencia para la industria discográfica, cuya capacidad de generación de ingresos sufrió un hondo menoscabo debido al pirateo indiscriminado. Con el desplome de sus ingresos globales desde el nacimiento de Napster en 1999, la industria discográfica —al igual que otras industrias de contenidos— vio su supervivencia amenazada por la digitalización, dado su impacto negativo en los ingresos y las repercusiones que ello implica para la inversión en contenidos.
Pero pese a sus efectos negativos en los ingresos de los productores de contenidos, las tecnologías digitales también han reducido los costes de producción, distribución y promoción de los contenidos multimedia, abaratando drásticamente el coste de lanzar nuevos productos al mercado. El resultado neto para la creación de contenidos de estas dos fuerzas de signo opuesto —es decir, efectos a la baja tanto en los ingresos como en los costes— ha resultado ser positivo, dando lugar a un importante aumento del número de productos creativos lanzados desde la digitalización. Como el éxito comercial de los productos creativos puede ser impredecible, esta mayor proliferación de productos culturales ha traído consigo sustanciales beneficios para el bienestar.
«Como los servicios de streaming de música también generan ingresos a través de suscripciones y publicidad, el importante aumento de los servicios de streaming está haciendo que los ingresos totales de la industria discográfica vuelvan a crecer en algunos países».
Para ilustrar esto, supongamos que el éxito comercial de los productos creativos fuera perfectamente predecible. En ese caso, un incremento del número de productos publicados pondría a disposición de los consumidores nuevos productos que, por definición, serían menos atractivos que los ya existentes en el mercado. Pero la impredecibilidad del éxito comercial es una característica común a las industrias creativas, y una compañía discográfica, por ejemplo, tomaría su decisión de lanzar o no una nueva canción o artista basándose en su expectativa de éxito comercial. En algunos casos, sus especulaciones serán acertadas y publicará productos que resultarán exitosos. Pero en otros, quizá en la mayoría de los casos, la compañía realizará apuestas erradas. En concreto, decidirá publicar un producto que terminará revelándose como un fracaso comercial. O, lo que es más importante, en ocasiones decidirá no lanzar un producto que, de haberse lanzado, hubiera triunfado comercialmente. La reducción de los costes de producción resultante de la digitización permite, por tanto, que algunos de estos productos —los que se esperaba inicialmente que no triunfasen— se publiquen, dando como resultado un fuerte aumento del atractivo de las obras nuevas publicadas y un sustancial impulso del bienestar.
La digitalización también ha hecho surgir nuevos modelos de negocio y generado nuevas oportunidades para aumentar los ingresos en las industrias de contenidos. En el caso de la industria musical, los servicios de streaming online han adquirido una enorme popularidad en los últimos años. Al permitir a los usuarios acceder a amplios catálogos de canciones casi sin restricciones, estos servicios online han expandido de manera importante las oportunidades de consumir música. También han brindado una alternativa atractiva a la compra de música, y la evidencia indica que el streaming está haciendo caer las ventas físicas de discos. No obstante, como los servicios de streaming de música también generan ingresos a través de suscripciones y publicidad, el importante aumento de los servicios de streaming está haciendo que los ingresos totales de la industria discográfica vuelvan a crecer en algunos países. Por ejemplo, en EE.UU., los ingresos procedentes de servicios de streaming crecieron entre 2015 y 2016 un 68,5%, hasta situarse en 3.900 millones de USD, propiciando un aumento de los ingresos de la industria discográfica de un 11,4%, hasta un total de 7.650 millones de USD en el mismo periodo.
Pero más allá de sus efectos directos en los ingresos, la aparición de las plataformas de streaming ha tenido importantes repercusiones en las pautas de consumo de los productos culturales. Ha ofrecido a los creadores la posibilidad de llegar a mercados mucho más amplios que en cualquier otra época, mientras que, a los consumidores, las plataformas de distribución digital les ofrecen la oportunidad de acceder y descubrir nuevos productos, tanto nacionales como extranjeros. Al expandir el repertorio de obras disponibles en todo el mundo, la digitalización ha reducido efectivamente el coste del comercio y ha hecho posibles nuevas oportunidades de intercambio cultural. En la industria musical, servicios de streaming como Spotify han conducido a que el consumo de música en los distintos países converja. Pero pese a la tendencia hacia un consumo más similar en todos los países del mundo, el consumo de música se está volviendo menos concentrado en términos de procedencia de la producción. Esto, a su vez, está principalmente motivado por la pérdida de cuota de mercado mundial de la música producida en EE.UU. y la consecuente ganancia de cuota de la música producida en otros países. En otras palabras, la digitalización ha ayudado a establecer un terreno de juego idéntico para todos, permitiendo a los productores de los países pequeños llegar a franjas más amplias del mercado mundial. Pautas similares aparecen cuando se analiza la industria cinematográfica. En concreto, Netflix parece ofrecer una ventaja a las filmografías de los mercados más pequeños en comparación con la estadounidense, al aumentar la disponibilidad de sus productos fuera de su mercado nacional.
Más información en el artículo ‘La digitalización y las industrias de contenidos’, publicado en Papeles de Economía Española, número 157