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La desinflación ha venido para quedarse

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Entre la información más relevante publicada en las últimas semanas, teníamos pendiente de comentar las cuentas no financieras de las familias del pasado año. Antes, me referiré brevemente al IPC de marzo y a las previsiones del FMI conocidos en los días más recientes.

El dato definitivo del IPC ha dejado la tasa de variación interanual de los precios en -0,1% en vez del -0,2% adelantado provisionalmente. En cualquier caso, de nuevo esta tasa negativa y los comentarios sobre este tema por parte del FMI en su informe de previsiones han vuelto a poner de moda la deflación como uno de los mayores peligros que acechan a la economía española. Pero, seamos serios. Los problemas más importantes son otros: la insoportable tasa de paro, la todavía elevada deuda que tenemos que devolver, el fortalecimiento del sistema financiero, el saneamiento y reforma del sector público, cómo financiamos de forma sostenible el Estado del bienestar, las reformas de muchos mercados para hacerlos más eficientes y competitivos, la mejora de la educación… Si hiciéramos una encuesta entre la gente sobre qué le parece en estos momentos la inflación, estoy seguro de que la respuesta mayoritaria sería que cuanto más baja sea, mejor. Los salarios y las pensiones están prácticamente congelados y así van a estar durante mucho tiempo, así que cuanto más baja sea la inflación, menos poder adquisitivo se perderá. Tenemos que incorporar a la cultura económica de nuestro país que el aumento real y sostenible en el tiempo de las rentas no puede provenir, como se intentaba equivocadamente antes, de subir los precios y los salarios nominales, sino de ser más productivos y de repartir de forma eficiente el aumento de la productividad. La desinflación ha venido para quedarse. Si no aceptamos esto, vayamos negociando nuestra salida del euro.

En todo caso, a los que se queden más tranquilos teniendo algo de inflación hay que decirles que la tasa negativa de marzo obedece fundamentalmente al efecto sobre los precios de los servicios turísticos del distinto calendario de la Semana Santa, que en abril se compensará, por lo que los modelos adelantan un 0,3% para este mes. En los meses centrales del año podríamos ver de nuevo tasas de inflación ligeramente negativas, que volverían a remontar pata terminar el año en el 0,3%. La media anual se situaría en el 0,1% [gráfico 1].

Blog140414Fuentes: INE (CTNFSI).    Gráficos elaborados por A. Laborda.

En cuanto a las previsiones del FMI para España, siguen recordándonos que el horizonte no está despejado y que los problemas del sistema financiero –que no ven tan saneado y recapitalizado como lo vemos desde aquí-, el lastre de la elevada deuda y la insuficiencia de las reformas llevadas a cabo van a condicionar el crecimiento y la capacidad de crear empleo durante bastantes años. Según el FMI, el crecimiento del PIB no superará el 1,2% hasta 2019 y la tasa de paro aún estaría en el 21,8% en dicho año. Está bien que recuerden los problemas pendientes, para que ni los agentes privados ni el Gobierno queden atrapados por la adormidera de la bonanza actual –que podría ser pasajera- de los mercados financieros. Pero, en un contexto internacional que no sea desfavorable se pueden esperar razonablemente resultados sensiblemente mejores.

Las cuentas no financieras de los hogares de 2013 nos muestran porqué al consumo le cuesta despegar. La renta disponible se redujo (-0,7%) por cuarto año consecutivo, si bien la caída se fue moderando conforme avanzaba el año [gráfico 2]. Ello fue debido a la disminución del empleo y, como consecuencia, de las rentas salariales (-3,5%), ya que las no salariales aumentaron (1,8% el excedente de los autónomos y 5,5% las rentas de la propiedad y de la empresa). También jugó favorablemente el proceso de distribución secundaria de la renta, ya que la nómina de las pensiones creció mientras cayeron las cotizaciones sociales, lo cual ha sido bueno para  las familias pero malo para las cuentas de la Seguridad Social. El gasto en consumo de los hogares disminuyó en la misma proporción que la renta, con lo que el ahorro bruto apenas varió, situándose en el 10,4% de la renta disponible, una cifra históricamente baja. En términos absolutos, el ahorro ascendió a algo más de 70.000 millones de euros. De esta cifra, unos 45.000 millones se dedicaron a financiar los gastos de capital (compra de vivienda nueva e inversiones de los autónomos), que siguieron descendiendo [gráfico 3]. La diferencia fue una capacidad de financiación (también llamada ahorro financiero, ya que se destina a adquirir activos de esta naturaleza) de 25.000 millones, un 2,5% del PIB.

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Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).

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