Una de las implicaciones del fenómeno de la mayor longevidad de la población es la creciente demanda de servicios de cuidados de larga duración a quienes, por su avanzada edad, pierdan la autonomía física, mental o sensorial, de forma que cobran protagonismo los cuidadores profesionales domésticos y las residencias para mayores. La oferta de plazas en estas últimas es muy variada: las hay públicas, privadas y concertadas; en centros residenciales grandes y pequeños, en núcleos urbanos y en poblaciones rurales. Un elemento preocupante en esta oferta no es esta diversidad interna, sino el hecho de que existan diferencias interterritoriales importantes, de manera que las familias españolas que confían el cuidado de sus mayores a una residencia afrontan a menudo situaciones muy diferentes en función de dónde vivan.
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