Lo comentaba en esta tribuna la pasada semana: la guerra comercial entre China y Estados Unidos tiene una puesta en escena industrial pero el trasfondo, ya indisimulado, es la batalla por la supremacía tecnológica. El doble zarpazo de la administración norteamericana a Huawei ha destapado la caja de los truenos. Por un lado, decide vetar la venta de productos de la empresa china —a la que coloca en su “lista negra”— en territorio estadounidense. Por otro lado, prohíbe de forma efectiva que los grandes productores de semiconductores —vitales en la producción de smartphones— de Silicon Valley suministren a Huawei.
La consecuencia más inmediata y comentada es que Google deja de proporcionar servicios a Huawei, que es uno de los mayores productores de smartphones del mundo (en Europa vende uno de cada cinco móviles). Quedan huérfanos los usuarios, que no pueden actualizar el software de sus teléfonos ni acceder a servicios y aplicaciones muy comunes. Los daños colaterales son mucho mayores. Entre otras cuestiones, los grandes productores de chips en Estados Unidos (Qualcomm, Broadcom and Intel) andan asustados no solo por el negocio que pierden sino porque si se confirma la guerra en el terreno tecnológico, los vetos cruzados pueden hacer que el fuego “amigo” cause muchas víctimas.
«Tal vez estemos ante el comienzo de una guerra por la información en la que los gobiernos se ponen por delante, por primera vez en mucho tiempo, de las grandes BigTech privadas».
Santiago Carbó
La cuestión es peliaguda porque la actual decisión de la Casa Blanca es aún confusa porque prohíbe la importación o uso de tecnología que “amenace a su seguridad nacional” y empresas como Google han dado por supuesto que Huawei es la primera en esa lista. Sin embargo, en los próximos 80 días, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos va a hacer una lista exhaustiva de empresas y productos que suponen esa “amenaza”. Y 70 días después el Departamento de Comercio hará una lista exhaustiva de “empresas y países” vetados. Por lo tanto, cinco meses por delante para desatar un conflicto tecnológico geoestratégico de primera magnitud.
Es necesario señalar que las precauciones sobre la seguridad de la expansión internacional de algunas empresas tecnológicas no es preocupación exhaustiva de Estados Unidos. Otros países como Japón o Australia ya han establecido vetos a Huawei entre sospechas de espionaje. Tal vez, el freno más inmediato al desarrollo de la digitalización sea el temor a la pérdida de control sobre la información. Hay que tener en cuenta que Huawei es la empresa líder mundial en las comunicaciones 5G, la próxima generación de comunicaciones.
En las circunstancias actuales, las restricciones y prohibiciones limitan esa expansión. Algunos expertos en seguridad cibernética internacional aseguraron este fin de semana que las acciones contra Huawei pueden ser un equivalente tecnológico a presionar un botón nuclear en conflictos militares. Tal vez estemos ante el comienzo de una guerra por la información en la que los gobiernos se ponen por delante, por primera vez en mucho tiempo, de las grandes BigTech privadas. No está claro hasta qué punto estas restricciones aumentarán la seguridad y reducirán el espionaje pero lo que parece cada vez más evidente es que frenarán el avance tecnológico y harán temblar a los mercados.