Las sociedades europeas reconocen que España posee valores culturales, ambientales y de estilo de vida muy positivos, con índices de reputación general elevados y similares a los de otros países como Bélgica, Alemania, Japón e Irlanda. Sin embargo, si sólo nos centramos en los índices relativos a los espacios político-institucional y económico, bienestar social y contribución al concierto internacional, estos ya no resultan tan favorables, aunque son algo mejores a los aplicados a otros países mediterráneos.
En efecto, en reputación institucional, España no supera un umbral bajo o medio bajo, que es acorde con la percepción que los españoles tenemos del funcionamiento de nuestras instituciones y la extensión de la corrupción. Similares calificaciones, baja o media baja, se otorgan a la reputación económica, congruente con los datos macroeconómicos, en especial con la elevada tasa de paro, y al nivel tecnológico, debido a la relativamente escasa capacidad de innovación.
Estos tres componentes específicos de la reputación: institucional, económica y tecnológica son los que más inciden en el grado de confianza que ofrece un país y, en consecuencia, los que más pesan a la hora de adoptar decisiones políticas y económicas, de destacado interés para la sociedad.
De esta forma, la contrastada afinidad emocional que suscita España, por su riqueza cultural, medioambiental y de oferta recreativa, no repercute significativamente en su credibilidad como país.
Con todo, la imagen que, por ejemplo, guardan los alemanes de España es más positiva que la que tenemos de ella los propios españoles y mejor que la que despiertan en el país germánico otros países meridionales.
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Artículo de Víctor Pérez Díaz, Juan Carlos Rodríguez y Elisa Chuliá, “España vista desde Europa: simpatía con reservas y críticas realistas”, publicado en Cuadernos de Información Económica número 235, de julio y agosto de 2013. [exclusivo](Descargar)[/exclusivo]