Parece que el Banco Central Europeo iniciará la disminución del precio oficial del dinero en su próxima reunión del 6 de junio. Nunca se sabe. Son decisiones que dependen de los datos hasta el último minuto pero todo apunta a que sí. Incluso se habla de que un segundo descenso de tipos para la reunión del 18 de julio. De manera consecutiva. El BCE comenzará ese proceso sin que la Reserva Federal estadounidense lo haga. Tras meses en que se especulaba que la Fed iba a iniciar los descensos de tipos antes, lo ha ido posponiendo ante la fortaleza de la economía americana y la resistencia aún existente —aunque cada vez menor— de la inflación a volver a su nivel de referencia, el 2%.
Los banqueros centrales de ambos lados del Atlántico parecen convencidos —casi confiados— en sus últimas declaraciones de que la inflación evolucionará favorablemente. Esa confianza parece más consolidada en la zona euro que en Estados Unidos, que quiere esperar un poco más antes de bajar tipos. También el Viejo Continente tiene una coyuntura macroeconómica más débil, por lo que le vendrá muy bien un estímulo monetario en forma de abaratamiento del precio oficial del dinero. El crecimiento de los salarios europeos se está desacelerando, lo que probablemente es compatible con las proyecciones de remuneraciones futuras del factor trabajo y de la inflación que maneja ahora el BCE, y por eso, es más probable que comiencen pronto los descensos de tipos.
El cierto desacople en las decisiones de los dos principales bancos centrales —Fed y BCE, que no bajarán a la vez— habrá que seguirlo de cerca, por las consecuencias sobre los mercados cambiarios y los flujos de capitales. La economía estadounidense, a pesar de algún dato suelto de empleo que no es tan favorable, sigue cerca del pleno empleo y creciendo con fuerza. Las noticias de las empresas tecnológicas y sus potentes inversiones en inteligencia artificial son uno de los grandes pilares que sustentan esa bonanza y deberían azuzar a la adormecida Europa, donde parece que vamos mucho más rezagados en esas inversiones. Esa vitalidad empresarial, junto a tipos de interés más elevados allí, pueden apreciar el dólar y encarecer algunas de las importaciones europeas más importantes, como el petróleo y gas. No es que esa evolución de las divisas necesariamente vaya a generar una nueva ronda de inflación en Europa pero habrá que estar muy atentos.
El que disminuyan los tipos no significa que no vayamos a continuar un tiempo —más de lo imaginado hace dos años— con niveles elevados, superiores al 3%. Aunque las empresas y familias notarán un alivio, aun estarán lejos de las benignas condiciones financieras existentes antes de 2022. El futuro entorno de tipos más bajos también ayuda a entender los movimientos corporativos en el sector bancario como el que estamos viendo entre BBVA y Sabadell, primero “amigable” y ahora hostil. Lo que pase con el precio oficial del dinero va a ser determinante hasta finales de 2025.
Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.