Todos los países desarrollados conocen una evolución moderada de los precios al consumo, pese al encarecimiento del petróleo. Si se excluyen los productos energéticos, así como los alimentos no elaborados, cuya cotización sufre importantes fluctuaciones, el núcleo central de los precios se mantiene relativamente estable. Su crecimiento no llega al 2% en ningún país de la Eurozona.
En España, la tasa de inflación sin energía ni alimentos no-elaborados fue del 0,9% en el mes de marzo, y la previsión de Funcas es que alcance el 1,1% para el conjunto del año, y apenas dos décimas más para 2018.
Los países que gozan de una buena situación económica o tienen poco paro, como Alemania, Japón o EE UU, tampoco experimentan tensiones sobre los salarios ni sobre los precios. Una situación que quiebra con la relación que tradicionalmente existía entre tasa de paro e inflación. En realidad, la moderación de los precios es un fenómeno global. La interconexión entre las economías es cada vez mayor, lo que hace difícil que las empresas, preocupadas por no perder mercados, aumenten sus precios muy por encima de sus competidores. Por otra parte, gracias a las nuevas tecnologías, la producción está organizada en cadenas globales de suministro.
Gráfico 1
Gráfico 2
Un teléfono móvil, por ejemplo, lleva componentes producidos por empresas y servicios ubicados en diferentes continentes. Cada eslabón de la cadena está sometido a normas de calidad y también a limitaciones en la determinación de los precios, fijados mediante contratos pluri-anuales. Las presiones competitivas se trasladan al mundo del trabajo. Los trabajadores poseen un escaso margen de mejora generalizada de los salarios. El debilitamiento de la tasa de sindicalización y las reformas laborales han ido en el sentido de una mayor dispersión de las condiciones de trabajo. Además, el subempleo es más abultado de lo que indica la tasa de paro. Por ejemplo en EE.UU. muchos asalariados a tiempo parcial desearían trabajar más horas. Y en países como España, la precariedad laboral (temporales, interinos, falsos autónomos, becarios etc.) aleja la perspectiva de presiones salariales, incluso con bajas tasas de paro. Lo mismo ocurre en China, según los datos que hemos conocido esta semana, y otras economías emergentes que también experimentan escasa inflación.
«En 2016, el precio de la vivienda aumentó por encima del 4% en España, y cerca del 7% en Alemania, que está conociendo una verdadera burbuja inmobiliaria».
Los únicos países al margen de este fenómeno son los productores de materias primas con dificultad para neutralizar la volatilidad de los precios de las exportaciones. Son ya pocos los países que, como Venezuela, están al borde de la hiperinflación. Aunque los precios evolucionen con moderación, las presiones inflacionistas no han desaparecido. Lo que sucede es que la inflación se ha trasladado a los mercados financieros.
Las Bolsas, el oro, las obras de arte y sobre todo la vivienda, reflejan los vaivenes de la liquidez global. Los bancos centrales han intervenido masivamente para evitar la deflación. Y lo han conseguido, evitando una recaída de la economía mundial y facilitando la recuperación. Algo que ha contribuido a sacar de la crisis a España.
Dichas intervenciones también han incrementado la compra de activos, que se han encarecido. En 2016, el precio de la vivienda aumentó por encima del 4% en España, y cerca del 7% en Alemania, que está conociendo una verdadera burbuja inmobiliaria. Estas tendencias, de prolongarse, generarán un nuevo ciclo de compras especulativas de activos y desvío de recursos hacia activiades poco productivas. Algo que ya ocurrió antes de 2007.
Con todo, la política económica en un entorno de baja inflación se ha convertido en una tarea compleja. Los gobiernos y los bancos centrales no pueden confiar en la inflación, a expensas de alimentar nuevas burbujas ni deben sobrerreaccionar a la elevación del precio de los activos. Un cambio de tendencia global de la evolución de las rentas del trabajo sin embargo ayudaría sobremanera. Esta es una cuestión que ha interesado al G20, sin que hoy por hoy se haya encontrado una respuesta a la altura de las circunstancias.
Fuentes de los gráficos: Eurostat y Funcas