Los Jefes de Estado o de Gobierno de Europa han iniciado una nuevo diálogo sobre la reforma de las estructuras financieras de la Unión Europea con el fin de evitar otra crisis económica y financiera como la que se produjo en la última década. Tienen sobre la mesa una serie de ambiciosas propuestas: completar la Unión Bancaria Europea, reforzar el Mecanismo Europeo de Estabilidad y fortalecer la exigencia de responsabilidad política a nivel europeo. No es seguro que se aprueben todas estas propuestas y es probable que el progreso sea gradual. No obstante, el objetivo de garantizar la estabilidad del mercado financiero es evidente.
Como también los son las limitaciones políticas sobre qué se puede lograr; se pueden observar tanto en las propuestas presentadas como en las que se han dejado de lado. Un ejemplo obvio es el debate explícito sobre la mutualización de la deuda, los eurobonos o algún tipo de activo seguro sintético europeo. Aunque la Comisión lleva considerando estas propuestas al menos desde la publicación de su Libro Verde en noviembre de 2011, y aunque el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha mostrado cierta disposición a plantear el tema, los jefes de estado o de gobierno son más reticentes.
«Los ciudadanos de los principales Estados miembros están convencidos de que los eurobonos harían más daño que bien. Esta percepción popular es desafortunada. Aunque existen preocupaciones legítimas sobre la mutualización de la deuda, los eurobonos y los activos seguros sintéticos, la mayoría de ellos pueden abordarse».
La preocupación es que cualquier instrumento de este tipo —ya sea respaldado por un compromiso conjunto de los gobiernos de los Estados miembros o creado por los participantes en el mercado a partir de la deuda soberana existente— crearía niveles excesivos de riesgo moral. Peor aún, muchos escépticos expresan el temor de que cualquier forma de mutualización de la deuda pondría a la Unión Europea en una resbaladiza pendiente hacia una Unión de pleno derecho. El hecho de que tales preocupaciones sean técnicamente certeras es irrelevante: los ciudadanos de los principales Estados miembros están convencidos de que los eurobonos harían más daño que bien.
Esta percepción popular es desafortunada. Aunque existen preocupaciones legítimas sobre la mutualización de la deuda, los eurobonos y los activos seguros sintéticos, la mayoría de ellos pueden abordarse con una ingeniería financiera apropiada. Además, hay ciertas ventajas que sólo una especie de activo europeo seguro puede ofrecer en cuanto a la protección de los ahorros en tiempos de crisis, aislando a las economías de los Estados miembros de la amenaza de una “parada repentina” cuando los inversores extranjeros intentan liquidar sus activos y repatriar su capital.
El problema de las “paradas súbitas” se manifestó en la reciente crisis. La evidencia se puede encontrar en movimientos repentinos en la posición de los diferentes bancos centrales en el mecanismo de pagos brutos en tiempo real que sustenta la moneda única, llamado Target2. Según estos datos, Irlanda experimentó una de estas paradas primero en 2008 y de nuevo en 2010; Grecia fue golpeada en 2008 y 2010; Italia sufrió una parada repentina en 2011; y España se vio afectada en 2012. El presidente del BCE, Mario Draghi, interrumpió finalmente la súbita huída de capitales con su famoso “whatever it takes” durante el verano de la crisis española. Desde ese momento, las operaciones monetarias que prometió no se utilizaron. El interrogante que se plantea es si hubieran tenido éxito en frenar el pánico del mercado en caso de que se hubieran sometido a prueba. Sería deseable una solución institucional más estable.
Los jefes de estado o de gobierno europeos no querrán discutir este problema de la desintegración espontánea de los mercados financieros durante la actual fase de construcción institucional. Tal vez prefieran hacer hincapié en la responsabilidad nacional en materia de prudencia financiera. Sin embargo, si la historia sirve de guía, en última instancia tendrán que reconsiderarlo. Los mercados financieros integrados sin un activo seguro común son fundamentalmente inestables. Por tanto, mientras el objetivo sea la estabilidad del mercado financiero, la mutualización de la deuda, los eurobonos o algún tipo de activo sintético seguro tendrán que formar parte de la agenda de reformas.
Esta entrada está escrita por el autor a propósito del artículo «Los eurobonos: historia de un largo camino hacia la integración», publicado en el número 261 de Cuadernos de Economía Española.