La tesis doctoral Iberismos. Expectativas peninsulares en el siglo XIX, premiada recientemente en los premios Enrique Fuentes Quintana de Funcas, ha sido el resultado de un lustro de trabajo en la Universidad de Navarra bajo la dirección del profesor Francisco Javier Caspistegui. En ella abordamos una problemática olvidada por las memorias históricas y los sistemas nacionales de educación pero fundamental para comprender la construcción de los imaginarios políticos en España y Portugal a lo largo de la edad contemporánea. Paralelo a la irrupción en la historia de los fenómenos nacionales en torno al estado español y portugués, un sinfín de intelectuales, escritores, políticos y economistas plantearon la posibilidad de unir los destinos de estos reinos en una misma nación, Iberia, o simplemente estrechar lazos y abrir la frontera a las libertades y al comercio. El carácter poliédrico y cambiante de este fenómeno nos ha llevado a denominarlo en plural, como «iberismos».
Estos anhelos de acercamiento peninsular surgieron en un período caracterizado por la toma de conciencia de la crisis nacional ante la pérdida del imperio colonial americano y las invasiones napoleónicas, y se constituyeron en proclamas de regeneración. Los principales autores iberistas partían de la noción de compartir un espacio y un tiempo común: la península y sus pueblos, su caracterología, espíritu, lengua, etc. La desunión ibérica era el fruto de intereses dinásticos, pero en ningún caso de los pueblos español y portugués, conscientes de las ventajas políticas, económicas y sociales que conllevaría la unión peninsular. En esta línea, cabe destacar el pensamiento de Sinibaldo de Más, Latino Coelho o Juan Valera como principales referentes de un iberismo moderado y de corte monárquico.
«Un acercamiento a los archivos y fuentes constata como las relaciones peninsulares fueron muy fluidas a lo largo del siglo XIX, hasta el punto de convertirse el país vecino en resultado de una proyección regeneracionista».
Las expectativas iberistas también encontraron su eco en el pensamiento universalista y progresista peninsular, principalmente en forma de federalismo. Las revoluciones liberales burguesas y la oposición al absolutismo acercó a los románticos españoles y portugueses, que comenzaron a vislumbrar la regeneración de España y Portugal a partir de su federación y del avance del programa democrático. Este pensamiento universalista, originario de la Ilustración, partía de la federación ibérica para proyectarse en entramados superiores de gobierno: federación latina, europea, hispanoamericana, etc. Podríamos señalar en las filas portuguesas a Henriques Nogueira, Magalhães Lima o al joven Antero de Quental y en las españoles a Fernando Garrido, Sixto Cámara, Pi y Margall o Castelar.
El fracaso de las esperanzas revolucionarias de 1868 y la apropiación conservadora del concepto de nación arrinconó a los iberismos en los márgenes del debate político, no así en términos culturales. A finales del siglo XIX, obras como las de Oliveira Martins, Labra, Altamira o Miguel de Unamuno construyeron una imagen de unidad de civilización en la Península ibérica, que si bien respetaba las fronteras y soberanía de ambos países, articuló una identidad espiritual del ser ibérico, que continuarían en el siglo XX autores como Pessoa. También desde el horizonte político, desde el fascismo y el integralismo lusitano al pensamiento internacionalista y social de José Saramago.
Con este trabajo hemos pretendido cuestionar uno de los tópicos recurrentes en los análisis de las relaciones entre España y Portugal: las espaldas enfrentadas. Es decir, la idea de que ambos países han vivido enfrentados históricamente. Un acercamiento a los archivos y fuentes constata como las relaciones peninsulares fueron muy fluidas a lo largo del siglo XIX, hasta el punto de convertirse el país vecino en resultado de una proyección regeneracionista. En segundo lugar, también hemos aportado un pequeño granito de arena a la historización dedel nacionalismo español y portugués, al documentar la construcción y pugna por espacios de representatividad de un proyecto nacional alternativo, el ibérico, que constata las múltiples vías posibles y la contingencia de la formación de los estado-nación peninsulares. En definitiva, nuestra tesis doctoral abre múltiples interrogantes que invitan a la comunidad historiográfica a tener en cuenta el marco y los contextos ibéricos de tráfico de ideas y personas.