Con diferente grado de comprensión y tolerancia, en la mente de todos está una regla no escrita hoy: equilibrar salud y economía. La salud es lo primero. Vivir para preguntarse luego cómo. La estrategia de tratar de controlar brotes es probablemente la única disponible, pero no está exenta de riesgos. Las cifras de contagios (con más de 100 brotes declarados) indican que en muchos lugares se está peor que cuando se decretó el fin del estado de alarma e incluso en algún caso, peor que a principios de marzo. Ahora se hacen muchos más test PCR, por lo que es difícil comparar cifras, pero ninguna autoridad sanitaria lo está aclarando adecuadamente. Parece que algunos territorios hacen test y detectan de forma más rápida y eficaz que otros lo que, paradójicamente, les puede estar acercando a mayores restricciones a la movilidad o incluso confinamientos.
Por otro lado, parece que la covid-19 ha perdido virulencia, al menos, en términos de ingresos hospitalarios y uso de las UCI, pero el contagio aumenta. Parece preocupar el papel de los asintomáticos pero se enfatiza insuficientemente, con lo que siguen los comportamientos irresponsables de algunos. Los números reproductivos —a cuántos casos secundarios puede llegar a infectar un sujeto ya infectado— han vuelto a situarse por encima de 1, como en el mes de marzo. La OMS reconoce que ningún país puede erradicar el coronavirus de momento.
«Parece necesario el uso obligatorio de mascarilla y otras medidas de distancia social y preventivas. El buen funcionamiento de la asistencia primaria y de los sistemas de rastreo, asimismo, serán de vital importancia».
Santiago Carbó
Se precisa información más contrastada y transparente. Entre comunidades autónomas —y dentro de las mismas— hay discrepancias con poco sentido, que generan confusión y pueden empeorar la incertidumbre económica. Parece necesario el uso obligatorio de mascarilla y otras medidas de distancia social y preventivas. El buen funcionamiento de la asistencia primaria y de los sistemas de rastreo, asimismo, serán de vital importancia. Parece que en plena campaña turística (que será mala, sin paliativos) haya miedo a asustar, a tener que cerrar o a ahuyentar al turista con la obligatoriedad de la mascarilla. Estamos solo al principio de la temporada alta y, tal y como van las cosas y si no se actúa desde ya (aunque vamos tarde), todo puede ponerse muy feo en términos de brotes a finales de julio o en agosto. Volvemos a ir por detrás de la curva.
En breve llegarán muchos más turistas extranjeros (por ejemplo, del Reino Unido) y todo puede complicarse aún más si no se exigen tests en origen y tampoco se observan nuestras normas. La paradoja del verano de la covid-19 en España es el corazón operativo —el centro de Madrid— en cuasiparálisis y algunas playas a reventar. También destaca lo poco que se sabe de los planes para el otoño, tanto sanitariamente (vacunación de la gripe, prevención, profilaxis) como en otros términos con mayor impacto económico (enseñanza presencial o virtual en la educación secundaria, universidad…). Parece que hay miedo a ser transparente sobre esos planes.
Si se explican bien los escenarios posibles, nos podemos preparar mejor y con más confianza. Las dudas, la falta de transparencia y actuar con prisa cuando se compliquen las cosas sanitariamente, solamente traerá problemas. Y de los grandes.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.