Agosto es habitualmente un mes raro en los mercados. Algo más volátil pero sin grandes movimientos de volumen. Más agitado, además, en años en los que en Estados Unidos hay elecciones de mitad de mandato, como este. Lo curioso es que en estos momentos el S&P 500 bordea su máximo histórico. Estados Unidos instiga el nerviosismo comercial pero su Bolsa sigue al alza. Son los emergentes y, en menor medida, Europa los que más lo notan. Los nervios crecen por los problemas de Turquía, donde ya se aconseja el recurso al FMI para evitar una caída sin frenos. Si no es así, puede ser la espoleta que desate la tensión contenida mucho tiempo en los mercados de deuda.
El sector financiero no comparte los principios de las ciencias físicas. No existe una fórmula exacta ni ensayos de tracción que determinen la tensión de rotura, como si se tratara de acero o polipropileno. Lo que sí parece evidente es que hay muchos indicadores cambiando a la vez para hostigar la volatilidad: renta fija con más riesgo, oro y petróleo algo a la baja y mercados cambiarios saltando como palomitas. No es que más volatilidad sea necesariamente extraña este año, puesto que el anterior fue inusualmente calmado. Sin embargo, el mundo financiero vive pendiente de que el camino de vuelta hacia la normalidad monetaria se haga sin grandes sobresaltos y la renta fija es el principal termómetro. Lo de Turquía es sólo un aviso que inquieta a otros emergentes porque pueden afrontar por sí mismos por diferentes vías (cambios en el dólar, pérdida de interés inversor, indisciplina fiscal) su propio calvario, sin necesidad de un contagio directo turco. Por eso, si el Gobierno de Ankara adoptase medidas más ortodoxas que hasta ahora (probablemente con el concurso del FMI) podría cerrarse este capítulo de tensión asiática pero podrán aparecer otros, por sus propios méritos.
«En Europa se teme más un castigo a Italia que a otros países. Un fastidio para la diplomacia europea ahora que se cerraba el programa de rescate a Grecia. El gobierno de Roma está en el top de los riesgos a la baja de los analistas».
Lo que el mercado mira no es tanto la exposición a Turquía sino cómo puede navegar cada cual en un entorno que va a exigir sacrificios para evitar riesgo soberano al alza. El mundo emergente anda como pollo sin cabeza. En casos desesperados como Venezuela con una mezcla explosiva de devaluación monetaria y aumento de salarios. En países con mayor capacidad de maniobra, como China, con una petición explícita a los bancos para apoyar a sus exportadores. Cada día, un ansiolítico distinto. Por ello, en Europa se teme más un castigo a Italia que a otros países. Un fastidio para la diplomacia europea ahora que se cerraba el programa de rescate a Grecia. El gobierno de Roma está en el top de los riesgos a la baja de los analistas.
Lo que venga en los mercados de deuda y en posibles correcciones de crecimiento económico mundial podrá ser más o menos significativo según el punto de partida de cada cual y la imagen que transmita. La señal más clara de estabilidad es, o ha sido y (especialmente) parece que será la disciplina fiscal, factor peliagudo de vender a la sociedad. Se complica la cosa.