Pocos dudan que, ante la gravedad de la segunda onda de la pandemia, los efectos negativos sobre la actividad económica y empresarial se van a prolongar —al menos, hasta bien entrado 2021—, y las ayudas a las empresas habrá que mantenerlas y / o reforzarlas. Proliferan las decisiones de confinamiento de distintos formatos y cierre de locales de ocio, bares y restaurantes en muchos países de la UE. Parece lógico alargar los programas de apoyo aprobados desde marzo. En particular, a las empresas.
Fue, sin duda, adecuada la prórroga hasta finales de junio de 2021 del Marco Temporal de ayudas en la UE para apoyar a las empresas que sufran pérdidas significativas en su volumen de negocios. A escala nacional, habrá que redoblar también esfuerzos, desde extensión de avales a ayudas fiscales e, incluso, recapitalización de empresas solventes. En esta segunda ola, como he venido insistiendo, habrá que ser más selectivo para que sean las empresas viables las únicas que reciban el sustento necesario para pasar lo que queda de pandemia. Hay que cerrar el grifo a las actividades que no sobrevivirían en escenario alguno. Aquí surgen dos grandes preocupaciones. La primera es la cantidad de recursos que de los que dispondrá el Estado español para poder mantener las ayudas con la potencia necesaria para aminorar el impacto económico. En la primera ola se comprobó el menor recorrido de las medidas aprobadas en España. Ahora, a pesar de las ayudas europeas —que en todo caso tardarán en llegar y con otros fines, además—, se puede volver a sentir la falta de contundencia de esos apoyos. Ha sido nuestra peor situación en las finanzas públicas —responsabilidad nuestra y solo nuestra— la que explica esa menor fuerza de las ayudas. Sin embargo, es en el contexto comparativo donde surge mi segunda preocupación. Es inquietante que la extensión del Marco Temporal de Ayudas de la UE cree divergencias competitivas aún mayores en la UE. En primavera quedó patente que ese “hacer la vista gorda” sirvió principalmente para que países como Alemania, Holanda o algunos de los nórdicos reforzaran a sus grandes empresas con fondos públicos, otorgando una ventaja competitiva no siempre fundamentada en una mayor productividad sino en el paraguas de papá Estado. España debe ser vigilante para que las ayudas en la UE se aprueben y articulen en torno a la recuperación. Ese y solo ese debe ser perímetro de las ayudas. No deben ser para apoyos artificiales a empresas no viables en países con mejores cuentas públicas.
Entramos ahora en una nueva fase de economía que, empleando el término escuchado hasta la saciedad estos días, podríamos denominar “perimetral”. No solo tendremos la desgracia de una escasa circulación entre países sino también, en España, de muchas medidas distintas y no sincronizadas. Esos perímetros heterogéneos en tiempo e intensidades tendrán —según los expertos sanitarios— impacto limitado en el control de la pandemia y, desde el punto de vista económico, obligarán a acciones más duras y retrasarán la recuperación, además de hacerla más desigual si no hacemos nuestros deberes en la UE.