Hace dos semanas no podíamos imaginar lo que se ha venido encima del sector financiero mundial desde el viernes 10 de marzo. Existían rumores sobre Silicon Valley Bank o Signature Bank. Lo de Credit Suisse venía de más lejos, pero la entidad se encontraba en un difícil equilibrio que no hacía presagiar su rescate. Disparó el reguero de pólvora. Un episodio de inestabilidad financiera no concluido que genera nervios. Afecta a la gran batalla que se está librando contra la inflación, y que seguramente continuará, en particular a la estrategia de retirar liquidez y subir tipos de interés en los bancos centrales. Tanto el Banco Central Europeo como la Reserva Federal estadounidense tenían dos reuniones en los días posteriores, por lo que han optado por evitar un bandazo en su estrategia, que podría haber generado más desconfianza. El BCE mantiene su hoja de ruta, una subida de 50 puntos básicos. Eso sí, dando a entender que la estabilidad financiera tiene mucho que decir en las próximas semanas. Este miércoles fue el turno de la Fed, que subió 25 puntos básicos los tipos, eso sí, apuntando además a que no será el último incremento.
En todo caso, este inoportuno episodio de estrés financiero, que está costando aplacar, dificulta notablemente la resolución del problema de la inflación. Puede obligar a pausar o atenuar un tiempo el excesivo ímpetu en la retirada de liquidez y encarecimiento financiero, y así evitar nuevas tensiones en las carteras de renta fija. Las fuertes subidas de tipos tras demasiados años en que estaban cerca de cero y en el que las carteras estaban trufadas con bonos con una rentabilidad bajísima o negativa han sido un shock para los mercados. También han causado daños estructurales en los bancos más vulnerables, por ejemplo, el Silicon Valley Bank. La banca regional estadounidense está sufriendo este contexto monetario. El tiempo dirá si el daño por la brusca subida de las rentabilidades de los bonos ya está hecho a estas instituciones medianas estadounidenses y de otros confines. Las más recientes dudas sobre First Republic Bank y PacWest Bancorp obligan a seguir en vilo
El contagio de Credit Suisse ha pillado más cerca. De nacionalidad helvética, pero con mucho negocio en la zona euro. El BCE sigue los acontecimientos de cerca. Es la primera señal de que el problema no es exclusivamente regional. Las autoridades monetarias nacionales —muchas de ellas con doble sombrero, de supervisor también— han reaccionado con bastante rapidez. Primero en Estados Unidos, con la aprobación del Fondo de liquidez BTFP (Bank Term Funding Program) y promoviendo rescates privados de los bancos en dificultades (como la compra de SVB por HSBC). El banco central de Suiza, arrastrando algo más los pies, ofreció una línea amplia de liquidez a Credit Suisse y auspició su adquisición por parte de UBS. Un acuerdo frenético y complejo el pasado fin de semana. Los grandes perjudicados han sido los tenedores de bonos del banco, lo que puede tener repercusiones futuras negativas sobre un instrumento como los cocos, como reflejan las valoraciones de mercado de esta semana. Es lo malo de los episodios de estrés, los efectos en cadena, las caras y las cruces. Aunque el acuerdo de compra todavía tiene todavía numerosas incógnitas, parece que puede permitir salvar partes de la entidad comprada y evitar, de momento, más desconfianza en los mercados. La semana hasta ahora está siendo aparentemente algo más tranquila que la anterior, pero queda demasiado por delante. Las implicaciones de las decisiones de la Fed y de otras anunciadas por Powell en materia de estabilidad financiera se verán en las próximas jornadas.
Lo que sí parece claro es que los bancos centrales pueden pausar, aunque sea temporalmente, el armamento monetario pesado contra la inflación. Toca vigilar la estabilidad financiera, al menos en las próximas semanas. Reforzar confianza y cubrir posibles huecos problemáticos en el corto plazo. En el medio y largo plazo puede que suframos una inflación elevada por más tiempo. El debilitamiento de la economía y las dudas financieras podrían convertirse, ahora sí, en recesión en algunas latitudes. Así apunta la caída de los precios de la energía, con menor demanda. No obstante, la recesión ya ha sido anunciada varias veces en el último año y no ha llegado, probablemente por la resiliencia del mercado de trabajo.
En todo caso, una economía debilitada es un terreno más peligroso para los numerosos desafíos financieros. La morosidad podría crecer. En particular, en las familias y empresas más vulnerables. Ojo a Estados Unidos. Allí puede haber más problemas, sobre todo en el ámbito corporativo. Y también cuidado con la banca en la sombra, ese segmento de vehículos financieros —fuera del perímetro de la regulación— y por donde se han canalizado innumerables recursos en los últimos años. Si hubiera una crisis de liquidez en ese segmento los problemas se multiplicarían y entonces se podría hablar de crisis financiera. Aun así, es prematuro hablar de ello. Toca a las autoridades monetarias y financieras mucha vigilancia, ser proactivas y no acercarse ni en broma a los errores de Lehman Brothers, como no buscar soluciones ordenadas para el fin de alguna entidad. Quedan meses de incertidumbre con inflación persistente, dudas financieras y una economía que puede debilitarse. Se ha puesto el listón un poco más alto para volver a desafiar esa resiliencia que hasta ahora han mostrado la economía y el mercado de trabajo a escala global.
Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días