La elección del Premio Nobel de economía de 2016 se parece muy poco a la del Balón de Oro. Para el galardón deportivo solo hay tres candidatos, todo el mundo sospecha quien lo va a obtener y habrá mucha polémica cuando se conceda. Por el contrario, antes de que la academia sueca otorgase el Nobel a Bengt Holmström y Oliver Hart, había multitud de quinielas y candidatos posibles. En todos los departamentos de Economía se tenían vivas discusiones sobre los incontestables méritos de muchos investigadores. Sin embargo, una vez conocido el veredicto, no hay polémica alguna y el factor común de todas las conversaciones es el uso de la palabra «merecido». Como mucho, algún deseo del tipo «el año que viene toca macro…».
Y es que no es difícil justificar el premio de Holmström y Hart por su contribución a la teoría de contratos, es decir, por habernos ayudado a diseñar mejores contratos y, con ello, mejores instituciones y empresas y organizaciones más eficientes.
«Además de hacer importantes contribuciones a otros campos de investigación, como las finanzas corporativas, y de participar en la gestión de la empresa más importante de su país (NOKIA) Holmström siguió en los años posteriores poniendo las bases de la teoría moderna de los incentivos».
La tesis doctoral de Bengt Holmström, defendida a finales de los setenta, es uno de los trabajos académicos más influyentes del siglo XX. En dicha tesis se planteaba un elegante modelo matemático donde un principal diseñaba un contrato óptimo para un agente. El principal querría maximizar el esfuerzo del agente al mínimo coste, pero solo puede observar señales indirectas del esfuerzo. La investigación de Holmström caracterizaba el contrato óptimo, que sirve de base para obtener multitud de contratos de incentivos, como opciones sobre acciones para los directivos de las empresas o los pagos condicionados al rendimiento. Además, establecía el principio de información (informativeness) por el que el contrato óptimo debe depender de toda variable que este correlacionada con el esfuerzo del agente. En otras palabras, cuanta más información tengamos, mejores serán los contratos, lo que nos sirve para fundamentar la necesidad de transparencia y rendición de cuentas en todas las organizaciones. Holmström analizaba además cómo deben diseñarse los contratos para fomentar el esfuerzo en equipo, cómo cambia el problema cuando la tarea depende del esfuerzo conjunto de un conjunto de agentes. La fuerza de estos resultados es que este modelo principal-agente abstracto captura los elementos fundamentales de una gran cantidad de relaciones, como gerentes-trabajadores, accionistas-directivos o ciudadanos-políticos.
Además de hacer importantes contribuciones a otros campos de investigación, como las finanzas corporativas —son muy influyentes sus trabajos con Jean Tirole—, y de participar en la gestión de la empresa más importante de su país (NOKIA) Holmström siguió en los años posteriores poniendo las bases de la teoría moderna de los incentivos. Me gustaría destacar dos trabajos clave. Por un lado, desarrolló una versión dinámica del modelo de incentivos, que sirve de base para entender cómo el mercado provee de incentivos a través de las carreras profesionales. Pero quizás mi trabajo favorito de Holmström es un trabajo conjunto con Paul Milgrom en que ambos analizaban el problema de la multitarea en la provisión de incentivos. Muchos sistemas de incentivos fallan en la realidad por olvidar esta importante lección, enfatizando tareas que son fáciles de medir como ventas o beneficios y relegando otras más importantes —pero que son más difíciles de evaluar— como la calidad o las relaciones de largo plazo con clientes o proveedores. Los agentes responden a estos incentivos asimétricos y la organización termina funcionando mal.
«La investigación de Hart se centra en el tipo de ineficiencias que se generan porque en la realidad no se pueden escribir contratos completos donde se pueda especificar toda posible contingencia. La parcialidad de los contratos genera muchas renegociaciones costosas, comportamientos oportunistas de las partes, y como consecuencia, decisiones ineficientes».
A mediados de los ochenta, Oliver Hart realizó también contribuciones decisivas a la teoría de contratos. En particular, la investigación de Hart se centra en el tipo de ineficiencias que se generan porque en la realidad no se pueden escribir contratos completos donde se pueda especificar toda posible contingencia. La parcialidad de los contratos genera muchas renegociaciones costosas, comportamientos oportunistas de las partes, y como consecuencia, decisiones ineficientes en las organizaciones y en las relaciones de la empresa con proveedores, clientes y trabajadores. Hart nos ayuda a comprender cómo deben organizarse las empresas internamente, qué tareas de la cadena de valor deben hacerse dentro de la empresa y cuáles deben externalizarse, qué fusiones entre empresas deben hacerse… En definitiva, cómo deber estar distribuidos los derechos de propiedad y la toma de decisiones para minimizar las ineficiencias que generan los contratos incompletos.
Finalmente, una pequeña reflexión. Este año el Premio Nobel ha recaído en dos grandes investigadores, uno finlandés y otro inglés, que han desarrollado casi toda su carrera academica en instituciones estadounidenses de enorme y merecido prestigio, como son MIT y Harvard. Hoy Europa cuenta con instituciones de investigación que empiezan a tocar estos niveles de excelencia. Apoyémoslas para que dentro de unos años la historia se revierta y sea concedido el galardón a dos americanos que desarrollen una fructífera carrera científica cerca de nosotros, con todos los efectos externos positivos que eso conlleva.