Nunca decepciona Mario Draghi, para muchos uno de los grandes “salvadores” del proyecto europeo. Tras varios cometidos institucionales en los últimos años —como ser primer ministro de Italia—, la Comisión Europea le encargó un informe sobre competitividad de la UE, que se ha dado a conocer esta semana pasada. Se esperaba como agua de mayo. El documento realiza un diagnóstico muy realista —casi traumático— y ofrece recomendaciones contundentes.
La UE, que sigue ensimismada, nuevamente se encuentra en un momento crítico, en una encrucijada, tras haber perdido en lo que va de siglo muchísimo terreno en el nuevo entorno competitivo global, y en particular, en el ámbito digital y de la innovación, frente a Estados Unidos, China y otros países emergentes. Es urgente reavivar enormemente la productividad. Draghi aboga por una UE mucho más integrada y resiliente, que acelere poderosamente la innovación y los nuevos motores de crecimiento, ya que está muy rezagada en el sector tecnológico. Solamente cuatro de las 50 mayores empresas tecnológicas del mundo son europeas. Asimismo, propone incrementar notablemente las inversiones en innovación y facilitar la comercialización de los productos resultantes, eliminando barreras burocráticas. Se debe disminuir la dependencia de terceros países —sobre todo, aunque no exclusivamente de China y su entorno— para suministros críticos, como materias primas y semiconductores, y reforzar la industria de defensa. Draghi considera muy útil completar la unión de mercados de capitales para atraer la inversión privada necesaria y la emisión de más deuda conjunta europea como financiación. Por último, la UE se enfrenta a costes energéticos significativamente más elevados que en otros países y debe reducir su dependencia exterior, que afecta negativamente su competitividad. Draghi aboga por un plan que combine la descarbonización con el desarrollo y especialización en tecnologías limpias, para impulsar tanto la sostenibilidad como el crecimiento industrial. Europa puede crecer liderando el desarrollo y producción de bienes derivados de tecnologías limpias.
La UE cuenta con fundamentos para ser una economía competitiva. Draghi propone una nueva estrategia industrial europea. Reconoce esfuerzos recientes, pero considera que no se han hecho de forma unificada. No será nada fácil superar las resistencias nacionales, que protegen a sus operadores domésticos, en vez de impulsar “campeones europeos”. Draghi apunta claramente a que el tiempo se agota para no perder la pugna de la competitividad global. Plantea que hacen falta en torno a 800 mil millones anuales para acometer los objetivos de su informe, proponiendo que se acometa con emisión de deuda conjunta europea, similar al modelo del fondo de recuperación Next Generation EU. Como cabía esperar, más aún a la luz de la mejorable gestión de esos fondos creados en la pandemia, el ministro de finanzas alemán, Christian Linden ya se ha apresurado a decir nein a ese aumento de la deuda compartida en la UE. También será complicado que la orientación política de la nueva legislatura ayude en este contexto. En suma, se trata de un diagnóstico certero pero habrá que superar numerosos obstáculos para que se cumplan los objetivos que plantea Draghi.
Una versión de este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.