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El déficit público, en el punto de mira

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El debate generado a propósito de los Presupuestos Generales del Estado para 2019 plantea la cuestión de la orientación deseable de la política fiscal. Sin duda, para reducir el paro y corregir los déficits económicos y sociales causados por la crisis es necesario mantener un crecimiento elevado de la economía española, lo que aboga por un contexto macroeconómico globalmente expansionista. Además, las empresas, que han conseguido desendeudarse y recuperar competitividad, gozan de condiciones favorables para responder a los estímulos. Prueba de ello: la inversión privada, que crece a tasas superiores al 5%, el doble de la media europea, convirtiéndose en el motor más potente de la actividad.

Gráfico 1

Octubre: media de los últimos 5 días

Sin embargo, el deterioro del contexto externo y la situación de las cuentas públicas desaconsejan la utilización de la vía fiscal para mantener la expansión –so pena de agravar los desequilibrios que se pretenden reducir–. Primero de todo porque endeudarse cuesta cada vez más caro. Los costes de financiación de la deuda pública han emprendido una senda creciente, en línea con el endurecimiento de la política monetaria de EE.UU. Ante la caída del paro hasta niveles cercanos al mínimo histórico y la aparición de tensiones inflacionistas, agravadas por la escalada de aranceles sobre las importaciones de China, la Reserva Federal ha aumentado los tipos de interés con más contundencia de lo esperado. Además, todo apunta a que la tendencia al alza de tipos continuará en los próximos meses. Las consecuencias sobre los mercados de deuda no se han hecho esperar. En Alemania, en los últimos seis meses, la rentabilidad de los bonos a diez años se ha elevado en cerca de 40 puntos, y los bonos españoles han seguido los mismos pasos. La prima de riesgo, sin embargo, se mantiene sin grandes cambios en torno a 100 puntos.

El rumbo incierto de la política económica de Italia también exige cautela. La prima de riesgo que soporta la deuda italiana se ha disparado y algunos analistas no descartan que pueda mantenerse por encima de los 300 puntos durante un periodo prolongado. A finales del presente mes, dos de las cuatro principales agencias de rating revisarán la calificación para el país transalpino. Una evaluación negativa, por lo injusta que pueda parecer (Italia mantiene fuertes excedentes externos y un superávit “primario” de las cuentas públicas, es decir descontando los intereses), provocaría fuertes convulsiones en los mercados, en busca de activos seguros.

España dispone de ases en la manga para evitar el contagio –crecimiento elevado, banca relativamente saneada, menor endeudamiento que Italia, orientación claramente europeísta–. Pero la formulación de unos nuevos presupuestos dentro de un plan creíble de contención de los desequilibrios ayudaría a apuntalar esa posición. En cualquier caso, la persistencia de un importante déficit estructural podría pasar factura. Hace tan solo una década, Italia tenía niveles de deuda similares a los que conoce hoy nuestro país. Y países tan distintos como Dinamarca y Portugal están logrando importantes avances en la corrección de los desequilibrios sin perjudicar el crecimiento (ver gráfico 2).

Gráfico 2

El impulso expansivo hay que buscarlo más bien del lado del BCE, que debería mantener condiciones de financiación excepcionalmente favorables para familias y empresas durante los próximos trimestres. Este es también el momento para revalorizaciones pactadas de salarios, en línea con la productividad. Así se contendría el frenazo del consumo privado.

De los informes divulgados esta semana por el FMI y el Banco Mundial, y anteriormente la OCDE, se pueden extraer dos mensajes para la economía española. El primero es que las crisis de deuda no solo conducen a recesiones prolongadas en el tiempo, sino también a un agravamiento de las desigualdades. El segundo, que la “calidad” de la política fiscal cuenta. Los países que invierten en capital humano generalmente consiguen un mejor rendimiento económico y social que los que se muestran incapaces para financiar meras transferencias de renta.

Fuentes de los gráficos: FMI, Banco de España, Eurostat y Funcas.

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