En el primer capítulo del famoso libro de Raghuram Rajan Fault Lines —editado en español como Grietas del Sistema—, se describe el principal detonante de la crisis financiera en muchos países con la expresión “que coman crédito”. Tipos de interés reducidos, estándares de concesión laxos y una burbuja inmobiliaria constituyen una bomba de relojería de la que hemos conocido y sufrido sobradamente las consecuencias. Que perduran. En España el banquete no fue pequeño. Hubo incluso una pasada de frenada porque mientras que la crisis era ya una oscura realidad en muchos países, en estos lares el sector privado siguió engullendo deuda hasta 2010. En aquel año, las empresas y hogares españoles llegaron a contar con crédito y valores negociables —distintos de acciones—, por importe de 2,33 billones de euros, un 216,7% del PIB. Las Cuentas Financieras publicadas esta semana por el Banco de España señalan que ese endeudamiento se redujo hasta 1,85 billones en 2016 (166,1%). Se trata de un esfuerzo encomiable que, en no pocos casos, encierra desenlaces desagradables tanto corporativos como familiares. El sector privado ha reducido su deuda en 482.645 millones de euros en tan sólo seis años, prácticamente un 50% del PIB. Son las empresas (con una caída de esta deuda de 296.694 millones) y los hogares (que devolvieron 185.551 millones) los que están permitiendo reequilibrar financieramente el país. En el mismo período, las administraciones públicas han aumentado su deuda en 739.085 millones de euros. Aunque alguien tiene que gastar para que la nave no se hunda, la sostenibilidad es importante en todos los sectores.
«El sector privado ha reducido su deuda en tan sólo seis años en prácticamente un 50% del PIB. Son las empresas y los hogares los que están permitiendo reequilibrar financieramente el país».
Mucho tiene que ver con este desendeudamiento privado la acción del Banco Central Europeo, porque los tipos de interés reales negativos han reducido de forma sustancial la carga financiera de los préstamos. Es el ahorro el que más se resiente. Las llamadas operaciones financieras netas de las familias como porcentaje del PIB, lo que comúnmente se denomina «ahorro financiero neto» disminuyó del 3,2% en 2015 al 2,6% en 2016. Esto sucedió, principalmente, porque aunque se adquirieron activos financieros por importe de 39.000 millones de euros, las inversiones tuvieron una caída de valor de 11.000 millones de euros en el conjunto del año, fundamentalmente por el negativo comportamiento de la bolsa durante la mayor parte del ejercicio.
El perfil del ahorrador español se ha vuelto más conservador tras la crisis. A finales de 2016 el 41% del ahorro se materializaba en depósitos y efectivo, aunque las participaciones en capital cuentan con un nada despreciable 25%. En todo caso, el componente que más aumenta su peso en el balance financiero de las economías domésticas son los fondos de pensiones privados, que ya representan el 17% del total de activos. Otra historia —para no dormir— es dónde se concentra esa riqueza financiera por tramos de edad, lo que requiere un análisis distinto. Desde luego, no es en los jóvenes, ni sus perspectivas en este sentido son las más halagüeñas. Muchos de ellos comieron crédito en unas supuestas perspectivas de renta y empleo favorables que, ahora, no son tales.
Ahora, poco a poco, se compatibiliza engullir crédito de forma más moderada y sostenible con devolver el existente. Un equilibrio complicado y no siempre controlable.