Desde 2014, cuando se inicia la recuperación de la economía española, hasta 2017, el crédito nuevo a los hogares destinado al consumo (y a otros fines no relacionados con la vivienda) creció a tasas relativamente dinámicas –de dos dígitos cada año, excepto en 2016–. En 2018 su crecimiento se ralentizó, y en 2019 prácticamente se estancó.
Gráfico 1
Fuente: Banco de España.
No obstante, pese al vigoroso crecimiento de los años anteriores, el volumen del nuevo crédito concedido a los hogares en 2019 apenas alcanzaba el 44% del otorgado en el punto álgido de la etapa expansiva, en 2007. Por otra parte, el stock de deuda de las familias se ha mantenido a la baja durante todo el periodo comentado, debido a que las amortizaciones de la deuda superaban el volumen del crédito nuevo.
Por estos motivos, no podía considerarse que el intenso crecimiento del crédito al consumo observado especialmente entre 2014 y 2017 supusiera un riesgo desde el punto de vista macroeconómico. No obstante, en algunos momentos despertó cierta preocupación, por el temor a que se pudieran generar focos de vulnerabilidad localizados, especialmente entre los hogares con menos rentas. Así, el Banco de España advirtió en varias ocasiones a las entidades financieras de que vigilaran este tipo de créditos, por el peligro de aumento de riesgos en sus balances (por ejemplo, el Informe de Estabilidad Financiera, mayo 2018).
No obstante, la última Encuesta Financiera de las Familias (EFF) publicada recientemente por el Banco de España, correspondiente al año 2017, parece despejar estos temores. Conforme a dicha encuesta, el porcentaje de hogares que tienen algún tipo de deuda efectivamente creció desde un 49% en 2014 hasta un 53,2% en 2017. Dicho crecimiento tuvo lugar en todos los percentiles de renta, aunque en los más altos el ascenso fue menor. Asimismo, fueron concretamente los créditos personales y las deudas de tarjetas de crédito los tipos de deuda donde se produjo dicho aumento de hogares endeudados, mientras que el porcentaje de hogares con otro tipo de deudas, como hipotecarias, descendió ligeramente.
No obstante, según los resultados de la EFF, el valor mediano de las deudas pendientes descendió para todos los tipos de deuda y para todos los percentiles de renta –excepto para el percentil más alto–, en algunos casos dramáticamente. Así, el valor mediano de la deuda –para el conjunto de hogares y de tipos de deuda– se redujo desde 46.200 euros a 35.000 euros. Y lo que es más importante desde el punto de vista de la posible vulnerabilidad de las familias, el porcentaje de la renta familiar que suponen los pagos por deudas se redujo desde el 18,6% en 2014 hasta el 15,8% en 2017, siendo precisamente los percentiles más bajos de renta los que han experimentado descensos más acusados.
«Desde el inicio de la recuperación hasta 2017 el porcentaje de hogares con deudas aumentó […] Pero el valor de esas deudas se redujo, lo que unido a la bajada de los tipos de interés y también al aumento de la renta familiar por el aumento del empleo, ha dado lugar a un descenso en la carga que supone el pago de esas deudas».
María Jesús Fernández
Otro indicador más relevante aún, el porcentaje de hogares con deudas cuyo servicio supone más del 40% de su renta, disminuyó desde el 7,3% del total de hogares hasta el 5,2%, siendo los tramos más bajos de rentas los que experimentaron una mejoría más acusada. Así, el porcentaje de hogares con una carga elevada de deuda dentro del percentil más bajo de renta sufrió una caída desde un 13,6% en 2014 hasta un 9,3% en 2017. En el siguiente percentil más bajo, el descenso fue desde el 10% de los hogares hasta el 7%.
Es decir, desde el inicio de la recuperación hasta 2017 el porcentaje de hogares con deudas aumentó, concretamente con préstamos personales y deudas de tarjetas de crédito. Pero el valor de esas deudas se redujo, lo que unido a la bajada de los tipos de interés y también al aumento de la renta familiar por el aumento del empleo, ha dado lugar a un descenso en la carga que supone el pago de esas deudas. Además, ha supuesto un descenso sustancial en el porcentaje de hogares en situación de vulnerabilidad –es decir, de los hogares cuya carga de la deuda es superior al 40% de su renta–, especialmente entre los hogares de rentas más bajas, que han sido los más beneficiados por el aumento del empleo.
En conclusión, se puede decir que el fuerte incremento del crédito al consumo, y de otros tipos de crédito no relacionados con la vivienda, que tuvo lugar en el periodo estudiado, no ha ido acompañado de un aumento de la vulnerabilidad financiera de las familias, ni de la formación, como se temía, de focos de vulnerabilidad localizados entre las familias de rentas más bajas. Por tanto, tampoco ha tenido lugar una acumulación de riesgos en los balances de las entidades financieras en estos últimos años.
La última EFF se refiere a 2017, de modo que no sabemos lo que ha sucedido en 2018 y 2019. No obstante, la fuerte ralentización en el ritmo de crecimiento de este tipo de crédito en dichos años –y también del crédito a la vivienda– inducen a pensar que la situación no ha empeorado. En cualquier caso, conviene recordar que la vulnerabilidad de los hogares, especialmente en los deciles más bajos de rentas, sí que podría aumentar si el empleo deja de crecer.