En una mis películas favoritas de Woody Allen, “Sueños de un seductor” (Play It Again, Sam, 1972), hay un personaje que es ridiculizado porque siempre que llega a un sitio hace una llamada a su secretaria para estar localizable. Hoy en día todos somos ese personaje y eso, para bien o para mal, se lo debemos en gran parte a Nokia, que popularizó los móviles y los comercializó masivamente entre todos los segmentos de mercado en el tránsito del pasado siglo a este. ¿Recuerdan su melodía? De su legendario modelo 3310, que cumple 20 años esta semana, se vendieron casi 200 millones de unidades. Nokia era la joya de la corona de Finlandia, de forma que en 2006 representaba, por sí sola, alrededor del 13% de su PIB, una fracción superior a la que el sector turístico supone hoy en España.
Nokia dominó el mundo gracias a la innovación, pero su éxito era en parte el de un país que invertía un 3,5% de un PIB en investigación y desarrollo y estaba muy adelantado en términos de penetración de Internet, ordenadores personales y redes de telecomunicaciones. El éxito de Nokia se debió a muchísimas variables: un entorno favorable, un contrato con el estado que le llevó a especializarse en radiotransmisión, la apuesta por la innovación y las buenas prácticas en la gestión —entre ellas, sentar en su consejo a expertos y académicos de prestigio como el premio nobel de economía y profesor del MIT Bengt Holmström—. Pero Nokia cayó, y lo hizo a plomo: perdió el tren de los teléfonos inteligentes y su acción se desplomo de 40 dólares en 2007 a menos de 3 en 2012.
En 2008, en plena caída libre, Holmström visitó mi universidad para una conferencia de investigación. Estaba desolado, ¿Qué había pasado? No se habían dormido, no habían abandonado la innovación, habían mejorado sus terminales en todas las dimensiones… Pero Steve Jobs había entendido mejor que nadie las preferencias de los consumidores y la lógica de la nueva economía digital. La pantalla táctil del iPhone y el concepto de plataforma, la venta de música y aplicaciones a través del teléfono, cambiarían la industria para siempre y convertirían a Apple en la empresa más valiosa del mundo (recientemente su capitalización ha superado los 2 billones de dólares). No había sido siempre así. Hasta ese momento, Apple era una empresa cool, con consumidores con alta disponibilidad a pagar y muy fieles pero escasos. Era una empresa de nicho, con una rentabilidad mediocre dentro del sector tecnológico, a años luz de Microsoft. No tocaba con los dedos al consumidor masivo. Todo cambió con el iPhone y su pantalla táctil que, por cierto, no fue un invento de Apple, pero eso es otra historia….
Ahora que se oye hablar de planes para apostar por la economía digital, pensemos en la historia de Nokia y Apple. No hay recetas mágicas para el éxito, pero sí algunas ideas: no tener prisa, apostar por la innovación y la meritocracia, crear un entorno (educación, infraestructuras…) favorable, abierto a la competencia, a las nuevas ideas… y tener intuición, suerte e imaginación. No hay que olvidar la cita de Albert Einstein: “En los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento”.
Gracias a que Nokia metió en los bolsillos de todos uno de estos aparatos, ahora es posible hacer rastreo inteligente de nuestros contactos y, con ello, frenar la pandemia. Desde el comienzo de esta serie en el blog, hemos resaltado la importancia estratégica del rastreo. La mala evolución que están teniendo los contagios en España se explica, en parte, porque no hemos sido capaces de aumentar significativamente nuestra capacidad de rastreo. Pero de nada sirve el lamento o la melancolía, así que miremos hacia delante: las comunidades autónomas y el gobierno central están aumentando el número de rastreadores y, además, ahora contamos con una nueva herramienta: Radar Covid. Las aplicaciones de rastreo no son sustitutivas de los rastreadores tradicionales, pero complementan su labor, y aunque en Europa todavía están en una fase incipiente, en Asia han dado muestras de su eficacia.
«El informativeness Principle viene a decir que toda información (señal) sobre el comportamiento de los agentes ha de ser utilizada en los contratos de incentivos. Aplicado a nuestro problema, esto implica que, a pesar de las dificultades, debemos de ser capaces de incorporar la información que el uso de esta app genera para mejorar el funcionamiento global del sistema sanitario en la pandemia»
Juan José Ganuza
Como anticipamos en otra entrada del blog, con Radar Covid España ha optado por el modelo descentralizado impulsado por Apple y Google, que prima la privacidad renunciando a geolocalizar los contactos y a centralizar la información. Esta decisión no era trivial y hubiera merecido un debate más amplio. En teoría, la eficacia de un sistema centralizado sería mayor, más aún si se hubiera basado en GPS. En el otro lado de la balanza, claro, no cuenta solo la privacidad, sino también el impulso tecnológico de Apple y Google. Países como Reino Unido, que han intentado lanzar modelos centralizados alternativos, se han encontrados con enormes problemas tecnológicos y, al parecer, los dos gigantes —que controlan los sistemas operativos de casi todos nuestros móviles— no les han facilitado las cosas. Por ello, seguramente el diseño descentralizado de Radar Covid ha sido una decisión prudente y acertada.
Su funcionamiento se basa en que cada teléfono móvil, a través de bluetooth, vaya almacenando cookies de los teléfonos de todas las personas que se han instalado la misma app y han estado en contacto con nosotros un mínimo de tiempo. Cuando una de estas personas declara al sistema que ha sido diagnosticado con Covid, recibimos un mensaje de la aplicación advirtiéndonos de este hecho. Todo pasa en nuestro teléfono móvil, y nadie, ni nosotros mismos, conoce la identidad o localización de nuestros contactos. La privacidad está garantizada y, precisamente por eso, la eficacia de Radar Covid va a depender en gran medida de cuántos de nosotros la usemos (cuestión que abordaremos en una próxima entrada) y de cómo se utilice la información así obtenida. Cuando recibimos una alarma, deberíamos comunicarla al sistema sanitario y activar con ello un protocolo de actuación. Dependiendo de cómo se calibre la aplicación (la distancia y tiempo que determinan un contacto), la cantidad de información que pueden generar es ingente, y también lo podrían ser las consecuencias económicas y sanitarias que los protocolos asociados a la aplicación pueden generar. Por ejemplo, ¿se debería realizar una prueba diagnóstica y poner en cuarentena a todas las personas asintomáticas que reciban una alerta? De hecho, se rumoreaba que parte del retraso en lanzar Radar Covid se debía a que las autoridades sanitarias (estresadas ya por otras muchas razones) no sabían cómo encauzar esa cantidad de información y responder a ella. En este sentido, el retraso puede ser una ventaja, dado que nos puede permitir aprovechar las experiencias de nuestros vecinos europeos que han instalado una aplicación similar, que son la gran mayoría.
Desde el punto de vista económico, estamos ante un gran problema de incentivos; el uso que se haga de la app dependerá, a su vez, de cómo como la calibremos y qué protocolos definamos. Lo que nos devuelve a nuestro premio nobel y ejecutivo de Nokia, Bengt Holmström, que recibió el premio por sus contribuciones a la teoría de incentivos. Su tesis doctoral contenía las principales ideas de dicha teoría y determinó la agenda investigadora de la economía de la información en los siguientes 20 años. Entre los muchos resultados de aquella tesis está el informativeness Principle, que viene a decir que toda información (señal) sobre el comportamiento de los agentes ha de ser utilizada en los contratos de incentivos. Que, aplicado a nuestro problema, implica que a pesar de las dificultades debemos de ser capaces de incorporar la información que el uso de esta app genera para mejorar el funcionamiento global del sistema sanitario en la pandemia. La aplicación nos debe ayudar a mejorar la eficacia de los rastreadores tradicionales y hacer un mejor uso de los tests y las cuarentenas de cara a contener la pandemia. Confiemos en que las autoridades sanitarias tengan éxito en este objetivo y contribuyamos a ello, descargándonos y utilizando Radar Covid.