El inicio de la recesión en España trajo consigo muchos cambios sociales, entre ellos, un radical cambio en la dinámica migratoria. Durante la primera década del siglo XXI España había recibido intensos flujos migratorios, de forma que se había situado en el tercer puesto mundial en recepción de inmigrantes, después EEUU y Alemania. A pesar de la aparente estabilidad en el tamaño de la población inmigrante en comparación con años anteriores, durante la recesión ha habido una elevada rotación de la población de nacidos en el extranjero. A la vez que crecieron las salidas, bien a sus países de origen, bien a terceros países, se mantuvo un flujo considerable de entradas. Una hipótesis que explicaría la continuidad en estos flujos sería que estuvieran formados por inmigrantes con un proyecto familiar en lugar de laboral, es decir, que fueran menores reagrupados, o padres dependientes. Sin embargo, no ha habido cambios sustanciales en la distribución por edades de los nuevos residentes que apunten a que esto ha sido así.