La zona Euro está cada vez más cuestionada. El debate no se circunscribe a los movimientos euroescépticos o populistas. El Parlamento holandés ha creado una comisión de investigación sobre las ventajas e inconvenientes de la permanencia del país en la moneda única. Y esta semana el propio Presidente de la Comisión Europea ha mostrado su preocupación por el proceso de integración. Uno de los escenarios esbozados en el Informe sobre el Futuro de Europa examina las amenazas que pesan sobre la integridad del euro y su capacidad de responder a nuevas crisis. Algo inimaginable en el discurso oficial, hasta ahora.
La creciente desconfianza con respecto al euro se sustenta en datos reales. Las economías europeas han entrado en un proceso de divergencia. La productividad se ha estancado en Italia, mientras sigue creciendo en Alemania y otros países del núcleo central del euro. Estos países están cerca del pleno empleo. España se sitúa en una situación intermedia. Se ha ganado en competitividad, tanto en los mercados externos como internos –de ahí los buenos resultados de balanza por cuenta corriente publicados esta semana. Pero el paro sigue siendo elevado y la productividad apenas progresa.
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Gráfico 2
Ante esta situación, los países más vulnerables reaccionan comprimiendo la demanda (mediante recortes de salarios y de gasto público). Aquellas economías que están en mejor situación no compensan con estímulos fiscales o salariales. Lo que desemboca en un superávit record, de más 362,000 millones de euros en el 2016 para el conjunto de la zona euro. Es decir, en vez de invertir en su propia economía, alentando el crecimiento y la creación de empleo, Europa prefiere financiar el déficit público de los EE.UU y las políticas del Presidente Trump.
El restablecimiento de las monedas nacionales, que conllevaría la desaparición irreversible del Euro, sería una calamidad para la economía y para la sociedad. El Eurexit desorganizaría los intercambios económicos y provocaría un empobrecimiento generalizado.
Los bancos comerciales de la zona euro tampoco confían demasiado en la solidez del sistema. A finales de enero, los títulos de deuda nacional representaban más del 70% de la cartera total de deuda pública de la zona euro. Eso significa que las entidades prefieren invertir en deuda nacional, y que no se fían de los títulos de otros países de la zona. Antes de la crisis, las entidades realizaban abundantes compras de títulos de deuda de otros países de la zona. Estas compras llegaron a representar la mitad de la cartera total de títulos de deuda pública.
Las intervenciones del Banco Central Europeo han permitido que el nacionalismo inversor, y la contracción de los flujos inversión entre países europeos, no dispararan las primas de riesgo. Pero, con el repunte de la inflación, algunos analistas abogan por la salida de las medidas de estímulo. En febrero, los precios aumentaron un 2% en la zona euro, y un 2,2% en Alemania, donde la estabilidad de los precios se considera como un dogma.
El restablecimiento de las monedas nacionales, que conllevaría la desaparición irreversible del Euro, sería una calamidad para la economía y para la sociedad. El Eurexit desorganizaría los intercambios económicos y provocaría un empobrecimiento generalizado. Lo que ahora ganamos en euros, o tenemos depositado en el banco, quedaría diezmado. Y el coste de la deuda se dispararía en los países más endeudados, entre otros, España.
Este escenario se puede evitar. Primero, la compleción de la unión bancaria generaría inversión en los países que más la necesitan. Esto se consigue reforzando los mecanismos de control de la actividad bancaria y creando un seguro europeo para los depósitos.
Además, para sostenerse, la Unión Monetaria exige un esfuerzo de armonización de la fiscalidad sobre los beneficios empresariales y las rentas financieras. Un mayor acercamiento de las bases fiscales ayudaría a crear un clima propicio a la inversión productiva, además de limitar la competencia fiscal y proporcionar a los Estados una sólida base de recaudación.
Sin duda, la puesta en marcha de la unión bancaria y la armonización fiscal son reformas complejas desde el punto de vista técnico. Pero estas y otras iniciativas, como la creación de un instrumento de gestión de crisis o de mecanismos de solidaridad, han alcanzado cierta madurez en el debate europeo, además de ser compatibles con los tratados existentes. Completar la arquitectura del euro supone cierto abandono de soberanía nacional, pero solo así se salvará.
Fuentes de los gráficos: Eurostat y Funcas