Los tipos de interés siguen cayendo por la pendiente del terreno negativo este verano. El tobogán de la anormalidad no parece tener fin ahora que el Banco Central Europeo (BCE) se plantea llevar también sus tipos oficiales por debajo de cero. Este lunes se confirmó que el euríbor a doce meses —al que se suelen vincular los intereses de los créditos variables para vivienda— se situó en el -0,190% en junio, desde el -0,134% de mayo. No es que con ello vaya a aumentar la posibilidad de gastar estas vacaciones para los hipotecados. Les dará, como mucho, para un par de cafés. Los tipos caen, cuando hace unos pocos meses pensábamos que iniciaban la remontada. Coincide con los últimos datos de financiación a empresas y familias que publica el Banco de España y que subrayan que para hipotecas se presta menos y para consumir, bastante más.
¿El poco crédito es un problema de coste? Estos días se ha generado una discusión sobre si la aprobación de la ley hipotecaria ha propiciado una subida en el coste de estos préstamos. El Banco de España así lo ha sugerido. El Ministerio de Economía lo ha puesto en duda. Son visiones quizás reconciliables. Primero, creo que es demasiado pronto para vincular definitivamente la aprobación de la nueva norma con la subida en seis meses del coste de las hipotecas. Ahora el juego de la competencia puede jugar su papel una vez conocida esa información. En todo caso, los bancos, como cualquier otra empresa, ajustan (con lógica pura de gasto asumido) los costes de contratación en un mercado que apenas les deja generar margen. Tampoco se puede olvidar el creciente peso de las hipotecas a tipo fijo que puede estar explicando parte de la subida. En todo caso, creo que hace falta un análisis más pausado para extraer conclusiones más sólidas.
«Quienes realmente compran vivienda en España no son los particulares, sino los grupos institucionales. El acceso a la vivienda en propiedad para los mortales sigue complicado. Preocupa»
Santiago Carbó
El INE señaló la semana pasada que en abril (último dato disponible) bajó el número de fincas hipotecadas. También se redujo el tipo medio de las hipotecas (hasta el 2,59%). Quienes realmente compran vivienda en España no son los particulares, sino los grupos institucionales. El acceso a la vivienda en propiedad para los mortales sigue complicado. Preocupa. En este entorno de tipos bajos se ahorra poco, los salarios apenas suben y la vivienda es un bien cada vez más inasequible. El BCE quiere que haya más crédito. Pero pide también, porque no es infalible por sí solo, que haya expansiones fiscales que permitan más crecimiento económico, mayores salarios y menor dependencia de políticas monetarias expansivas. Los tipos a la baja generan que gran parte de la deuda se refinancie o renegocie pero la vulnerabilidad sigue siendo elevada para cuando se inicie el camino al alza del precio del crédito. Retrasarlo mucho tiempo no es una buena solución por tres razones. Uno, quienes prestan (los bancos) se están sofocando con esta situación artificial. Dos, se está generando una dependencia del BCE que le coloca ante los ciudadanos como el responsable futuro del coste de sus créditos. Y tres, la subida tiene que llegar (aunque sea en unos años) y pillará a muchos hogares y empresas con el pie cambiando.