La amenaza del Brexit y la forma en que está tratando de solventarse dan mucho que pensar sobre el deterioro institucional de la UE y la amenaza que supone para la recuperación económica. En medio de ese ambiente enrarecido y desolador que es el de falsa salida de la crisis, algunos se empeñan en culpar al proyecto europeo. Una forma, en realidad, de dispararse en un pie.
Así, pareciera que debemos sentirnos satisfechos por el acuerdo alcanzado con el Gobierno británico para que éste se oponga a la salida del Reino Unido de la UE en el referéndum sobre este tema. Nada más lejos de la realidad. La simple convocatoria del referéndum hace un flaco favor a la UE, puesto que invita a deshacer un entramado económico que es, en realidad, la única esperanza para la vieja Europa. La negociación no deja de ser una forma de chantaje en la que alguien pone una bomba en marcha y, en cuanto consigue un mínimo botín, se pone al frente de los artificieros que quieren desactivarla. La amenaza del Brexit sigue ahí y nadie puede asegurar que no acabe triunfando.
«La pésima resolución de problemas de primer orden como la crisis de los refugiados, la insistencia en políticas de austeridad —necesarias en esencia pero excesivamente espartanas en su aplicación—, los problemas de corrupción política, e incluso la adopción de medidas dudosamente respetuosas con los derechos humanos en algunos nuevos estados miembros, han hecho de la idea de Europa como solución un desierto institucional».
Pero el británico es sólo uno de los problemas. Europa vive estos años de falsos intentos de dejar la crisis atrás adherida al chantaje institucional. Países que viven en gran medida de la actividad comercial y financiera con el resto de la UE (Reino Unido, Alemania) no pueden querer hacerlo con sus propias normas. Esta misma semana la libra se desplomaba frente al dólar, por si a alguien le quedan dudas de que los mercados interpretan las señales institucionales.
La sequía institucional se extiende por Europa. Así, por tomar un ejemplo reciente, la amenaza de una crisis bancaria se resuelve en falso porque los afectados son Alemania e Italia. ¿Dónde está la unión bancaria para actuar y ofrecer transparencia? Se demuestra su insuficiencia y falta de resolución, su excesiva descentralización. Lo supranacional parece que queda a veces sólo para disciplinar a los débiles.
La pésima resolución de problemas de primer orden como la crisis de los refugiados, la insistencia en políticas de austeridad —necesarias en esencia pero excesivamente espartanas en su aplicación—, los problemas de corrupción política, e incluso la adopción de medidas dudosamente respetuosas con los derechos humanos en algunos nuevos estados miembros, han hecho de la idea de Europa como solución un desierto institucional. Esa idea que pasaba por la solidaridad y la integración para un crecimiento común.
En los peores años de la crisis de la deuda soberana el euro era el gran amenazado. Hoy lo es la UE como institución, lo que no tardará en volver a repercutir negativamente sobre el euro. Queremos pensar que hoy estamos mejor y que tenemos mejores mimbres para la recuperación. Lo cierto es que no es así, existe incluso la amenaza de levantar fronteras.
Con esta falta de liderazgo político e institucional no hay recuperación económica fácil para la UE ni para ninguno de sus integrantes.