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Crece la carencia material severa: la pobreza energética, más extendida que la alimentaria

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En un contexto de sucesivas crisis (la Gran Recesión, la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania) con efectos muy acusados sobre la economía de los hogares, resulta oportuno hacer un seguimiento de la proporción de la población que se enfrenta a más privaciones. Para este ejercicio, la tasa de carencia material severa ofrece un indicador adecuado, puesto que determina el porcentaje de la población que carece de, al menos, cuatro elementos de una lista de nueve bienes, servicios y actividades cuyo acceso se considera hoy en día esencial para el bienestar individual[1].

A pesar de la recuperación económica que ha sucedido a la pandemia, el porcentaje de población que experimentaba carencia material severa en España en 2022 (último dato disponible) ascendía al 8,1%, más del doble que antes de la crisis financiera (2007: 3,5%) e incluso superaba en 1 punto porcentual (pp) la cifra de 2014 (7,1%), la más alta registrada hasta ese momento desde que comenzaron a realizarse las Encuestas de Condiciones de Vida en 2004. Todo lo que mejoró este indicador entre 2014 y 2019, quinquenio en el que la tasa de carencia material severa se redujo del 7,1% al 4,7%, se perdió en 2020 (7%). Pero, además, la tasa de carencia material severa ha seguido aumentando entre 2020 y 2022 hasta situarse muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia (gráfico 1).


Uno de los aspectos incluidos en la estimación de la carencia material es la capacidad de mantener la vivienda a una temperatura adecuada, un objetivo que podría haberse visto amenazado por la subida de los precios de la energía desde la invasión rusa de Ucrania. En este indicador se observan diferencias notables entre los 27 países de la Unión Europea. España, con un 17,1% de población que declara no poder mantener una temperatura adecuada en casa, se sitúa por encima de la media europea (9,3%). En países como Austria, Suecia y Finlandia el porcentaje de personas afectadas por este problema cae por debajo del 3%. En cualquier caso, hay que mencionar que en casi todos los países europeos este indicador empeoró entre 2021 y 2022. Mientras que en España aumentó en 3 pp, los incrementos más significativos se observaron en Rumanía, Francia e Irlanda (gráfico 2).


La fuerte subida de los precios de los alimentos a partir de 2021, agravada por la guerra, también puede haber afectado sustancialmente a los hogares más vulnerables. Sin embargo, en esta dimensión de pobreza material, España registra datos más positivos. En 2022, el 5,4% de la población afirmaba no poder permitirse carne, pollo o pescado al menos cada dos días, una proporción algo superior a la observada en 2021 (4,7%), pero significativamente inferior a las que arrojan no sólo muchos países de Europa del Este, sino también Alemania (11,4%), Grecia (10%), Francia (9,5%) e Italia (7,5%) (gráfico 3).


Al analizar con más detalle los datos españoles, se aprecian diferencias considerables entre las comunidades autónomas. Mientras que alrededor de una quinta parte de la población de Extremadura (23%), Andalucía (21%) y Murcia (20%) declaraba en 2022 no poder mantener su vivienda a una temperatura adecuada, estas cifras caen por debajo del 10% en Castilla y León, País Vasco, Navarra, La Rioja y Aragón (gráfico 4). Estas últimas comunidades autónomas son también las que salen mejor paradas por lo que se refiere a la (in)capacidad para permitirse una comida con carne, pollo o pescado cada dos días. Las diferencias en este aspecto son aún más pronunciadas, toda vez que la proporción más alta, correspondiente a Canarias (11,9%), es seis veces mayor que la más baja, que ostenta Aragón (1,9%) (gráfico 5).

[1] Sobre la composición de este indicador, véase este enlace.

Esta entrada es un extracto del número de septiembre de 2023 de Focus on Spanish Society.

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