Vienen reuniones importantes de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo. Además, se publican datos de inflación. ¿Qué esperar? Lo primero, el crecimiento de precios no va a dar tregua por un tiempo. La economía mundial está sufriendo calentura inflacionaria conforme la recuperación se va generalizando. Eso sí, acompañada de cuellos de botella en suministros —energía a la cabeza— y una vuelta al consumismo tras los periodos de restricciones, en un marco de políticas fiscales y monetarias expansivas. La pregunta del millón es si este crecimiento de precios será de corto plazo o si se sostendrá, afectando expectativas de medio y largo plazo. Aunque la inflación subyacente —que no recoge los precios más volátiles y ofrece mayor estabilidad— no es tan preocupante, hay que seguir muy de cerca una posible espiral entre salarios y precios.
La Reserva Federal parece tenerlo claro: último dato de inflación del 6,8%, no visto desde 1982. Se dispone a actuar ya porque no se puede considerar un problema temporal. Es más persistente. Todo apunta a la aceleración de las retiradas de estímulos (tapering), acortando los plazos. Sería marzo (en vez de junio) de 2022 cuando dejaría de crecer el balance de la Fed. El mercado parece tener descontado que se acelere el ritmo en la reducción de las compras hasta los 30.000 millones de dólares mensuales. Si se confirma marzo como el último mes de estímulos, el escenario en Estados Unidos quedaría despejado para posibles subidas de tipos de interés. Con cautela, con un posible incremento de 25 puntos básicos hacia mediados de año, a lo que podría seguir algún otro aumento en la segunda mitad de 2022.
Por su lado, el BCE guarda más cautelas. Es probable que el mensaje continúe siendo, a corto plazo, que se espera que la inflación converja al nivel objetivo del 2% una vez pasen las tensiones. Estrategia de cierto riesgo, ya que, según que escenarios, ese pronóstico podría ser superado por la realidad en breve, generando un problema de credibilidad. No olvidemos que desde las “palabras mágicas” de Draghi de 2012 —“Whatever it takes”—, el BCE ha manejado la comunicación con mucha credibilidad. Ha sido una buena guía del corto plazo (con su estrategia de forward guidance) para el mercado. Con frecuencia, mejor incluso que la Fed. Se podría poner en riesgo un activo como ha sido saberse adelantar a los acontecimientos. Aun así, y sin subidas de tipos de interés hasta, al menos, 2023, las compras de bonos pandémicas podrían terminar en marzo de 2022, con posibilidad de reactivarlas. Asimismo, es probable que se incrementen otros programas generalistas de bonos del BCE. Un notable desacople con la Fed, que por ahora no parece preocupar en los mercados. El BCE no parece tener consenso interno sobre el medio plazo y la estrategia en ese horizonte temporal. Y eso no debe notarse demasiado. No obstante, hay cierto alivio en los mercados porque ahora hay una coalición de gobierno bastante pro-UE en Alemania. Aun así, de primeras, se va a ver muy presionada por la alta inflación.