Hace un par de semanas el INE publicó las cuentas de los sectores institucionales del primer trimestre, que sorprendieron por la brusca caída de la tasa de ahorro de las familias. Quería comentar hoy esta y otras cuestiones relacionadas, pero antes me referiré brevemente al IPC de junio que conocimos el viernes.
La inflación anual de los precios de consumo bajó una décima porcentual, hasta el 0,1%. La causa principal ha sido que el INE ha incluido en este mes el efecto total acumulado de las devoluciones que están haciendo las distribuidoras de electricidad por la diferencia entre el precio medio de la misma en el mercado mayorista durante los seis primeros meses del año y el que fijó provisionalmente el Gobierno como consecuencia del cambio en la fijación del precio voluntario al pequeño consumidor (PVPC) –antes tarifa de último recurso (TUR)-. Las previsiones para los próximos meses no cambian apenas [gráfico superior izquierdo]. Si el precio del petróleo no se desvía significativamente de los niveles actuales, la inflación mantendrá la tendencia a la baja en julio y agosto, hasta -0,2% en este último mes, y posteriormente repuntará ligeramente acabando el año en el 0,3%. Ello daría una media anual del 0,1%. En 2015 la inflación continuaría aumentando suavemente, pero sin sobrepasar el 1%, dando una media anual del 0,7%.
Fuentes: M. de Empleo, INE, Markit Economics Ltd y Funcas (previsiones 2014-15).
Gráficos elaborados por A. Laborda.
Las cuentas de las familias del primer trimestre presentan una situación difícil. Todas las rentas primarias (las que remuneran los factores productivos trabajo y capital) descendieron respecto al mismo trimestre del año anterior. Las remuneraciones de los asalariados lo hicieron un 0,4%, pues si bien el número de asalariados permaneció estable –por primera vez desde el segundo trimestre de 2008-, las remuneraciones medias bajaron un 0,4%. Más aún bajaron las rentas netas de la propiedad. También el saldo de las rentas secundarias jugó en contra de las familias, pues las prestaciones recibidas (pensiones, desempleo y otras) descendieron más que las cotizaciones sociales e impuestos sobre la renta pagados. Como resultado, la renta disponible, que empezó a mejorar en el último trimestre del pasado año, volvió a disminuir un 2,7%.
En cambio, el consumo aceleró la tendencia al alza que viene mostrando desde mediados del pasado año, hasta el punto que en este trimestre superó la renta disponible, lo que significa que se produjo un ahorro negativo. La cantidad es pequeña, 3.000 millones de euros, pero llama la atención porque es la primera vez que se produce este fenómeno desde que se inicia la actual serie contable en 2000. Si a este desahorro le sumamos los gastos de capital netos (fundamentalmente compra de viviendas), las familias tuvieron un déficit en el primer trimestre de 12.300 millones, un 80% más que un año antes. Si, para evitar la estacionalidad, hacemos medias móviles de cuatro trimestres, la tasa de ahorro bajó un punto porcentual, al 9,4% de la renta disponible, su nivel mínimo desde 2000 [gráfico superior derecho].
Últimamente todo el mundo en este país está empeñado en estimular el consumo para que la recuperación tome fuerza, se creen muchos puestos de trabajo, etc. Está claro que si no crece el consumo la recuperación de la economía no será muy potente. Ahora bien, en la difícil coyuntura actual tenemos que tener claro cuáles son las prioridades. Las tasas de ahorro, tanto la familiar como la nacional, no pueden bajar, sino al contrario, deberían subir. Por eso, el crecimiento del consumo no debe superar al de la renta disponible. La razón es obvia: la economía sigue muy endeudada y no hay otro camino para bajar esta deuda que generar superávits en las cuentas. Estos superávits pueden lograrse por dos vías: aumentando el ahorro y/o disminuyendo la inversión productiva. Pero esta última no puede descender, al revés, es necesario que crezca rápido para reponer y aumentar el stock de capital, es decir, el potencial de crecimiento a medio y largo plazo, que ha quedado muy dañado por la crisis, como nos recordaba esta semana el FMI. Luego, si tenemos que seguir devolviendo la deuda y además tenemos que aumentar la tasa de inversión, no tenemos más remedio que aumentar nuestra tasa de ahorro. La tasa de las familias no debería descender y las tasas de las empresas y sobre todo del sector público deberían aumentar. No es todavía la hora del consumo, la prioridad la tienen antes otros varios trenes: el ahorro, la devolución de las deudas y la inversión.
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Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).