Desde la calle 19 de Washington, donde se encuentra el Fondo Monetario Internacional, hasta la Casa Blanca, en Pennsylvania Avenue, hay un corto paseo de apenas 10 minutos. Se trata de dos instituciones que marcan de forma determinante la evaluación de cómo está hoy la economía española y qué contingencias externas pueden afectarle. El FMI publicaba este lunes el informe tras la última visita de la delegación de este organismo a Madrid. Como en otras ocasiones, repartía halagos y advertencias. Un resumen cuasi literal describiría la evolución reciente de la economía española como “impresionante” y más “resiliente” pero “vulnerable a shocks externos”.
Las perturbaciones exógenas pueden venir en gran medida por las acciones del nuevo presidente de Estados Unidos, que en tan solo una semana de mandato ha conseguido levantar tanto revuelo y temores que pensar en cuatro años se hace muy complicado. A corto plazo, los mercados acogen con optimismo las medidas que supuestamente favorecerán a ciertos sectores con peso bursátil. Pero a medio y largo plazo, malas noticias para todos: del proteccionismo desaforado a las guerras cambiarias, un paso. Del unilateralismo al conflicto diplomático y las tensiones geopolíticas, otro pasito.
«Buena parte del menor crecimiento del PIB se deberá al menor viento de cola pero fenómenos como Trump y el Brexit pueden arreciar muy de frente. Tal vez su impacto será más perceptible más allá de este año pero pueden producirse ya señales poco alentadoras».
A España estas circunstancias externas no le vienen bien. Este lunes el INE ratificaba el dato de crecimiento del PIB del pasado año en el 3,2% pero la mayor parte de analistas lo reducen ya al 2,5% para el 2017. Buena parte de la caída se deberá al menor viento de cola pero fenómenos como Trump y el Brexit pueden arreciar muy de frente. Tal vez su impacto será más perceptible más allá de este año pero pueden producirse ya señales poco alentadoras. En un contexto en el que España, recuerda el FMI, ha ganado en competitividad en los últimos años pero sigue siendo vulnerable con una posición internacional de inversión neta negativa del 87%. La mejora de la balanza por cuenta corriente solo mitiga de forma reducida esta debilidad.
Tal vez lo más llamativo de la evaluación del FMI es lo que se refiere a dos temas sobre los que se mantiene actualmente un fuerte debate en España. El primero es el mercado de trabajo. Ya no se insiste tanto —ya era hora— en la moderación salarial porque la caída de la calidad y duración del empleo es suficientemente preocupante. Otra debilidad ante cualquier meneo externo. Y por trillado y quemado que esté el tema en la opinión pública española, la dualidad entre temporales y fijos debería eliminarse cuanto antes. Sin embargo, hay que tener cuidado con revertir los avances realizados en la reforma laboral.
El segundo gran tema, con notable tensión política, es el de la eficiencia fiscal y la racionalización del gasto público. No se habla ya de austeridad sino de sentido común. Sobre todo, se pone el énfasis en el sistema territorial. Como en muchas dimensiones de la realidad económica, la disciplina fiscal regional depende de la capacidad de autogestión y del sistema de incentivos. De nada sirve ceder competencias si los ingresos no son acordes. Cada territorio debe ganar capacidad para responsabilizarse y gestionarse, al menos más que hasta ahora. Es hora de avanzar en este ámbito.