En las últimas cuatro semanas, diferentes autoridades (bancos centrales, gobiernos, organismos internacionales) han agravado sus mensajes sobre la duración y nivel de la inflación y las consecuencias socioeconómicas que tendrá. Estamos más preocupados que a principios de junio, más aún tras los últimos datos de crecimiento de precios. La Reserva Federal fue quizás el primero que notablemente endureció la descripción de la realidad económica el 14 y 15 de junio, y sus decisiones acompañaron a ese nuevo diagnóstico. Lo reflejan las actas de esa reunión publicadas este miércoles.
Las actas de los bancos centrales permiten conocer detalles más asentados (son de unas semanas antes) de las discusiones recientes. Se puede hacer una lectura entre líneas, aunque las circunstancias pueden haber cambiado cuando se publican. Ayer también se publicaron las de la última reunión de política monetaria del Banco Central Europeo, del jueves 9 de junio. Mucho ha llovido desde entonces. Aunque tiene aspectos de interés, los acontecimientos se han precipitado a posteriori, en lo relativo a las perspectivas de subidas de tipos en la eurozona y la necesidad de acelerar en la creación de un mecanismo antifragmentación de compra de deuda pública, sobre el que aún no se conocen suficientes detalles.
Dicho esto, en las actas de la Fed del 14 y 15 de junio supimos que parece estar dándole prioridad al control de la inflación sobre la posibilidad de lograr “un aterrizaje suave” de la economía (evitar la recesión). No descarta nuevas subidas de hasta 0,75 en el tipo oficial, aunque pueda tener efectos muy negativos para la actividad económica. Se confía en que es más probable que la recesión sea breve, estrategia no exenta de riesgos. Asimismo, se observa que la Fed parece estar más preocupada por la inflación general que por la subyacente. Los consumidores están recibiendo un duro impacto, sobre todo por el crecimiento de precios de productos frescos y energía, que están cambiando sus expectativas de inflación. Esos componentes solamente se recogen en el índice general.
Si los individuos perciben, como empieza a ser el caso, que los precios continuarán aumentando, van a preferir consumir hoy a mañana. Por eso, el consumo no flaquea significativamente. Ahí es donde la Fed se está planteando actuar, con una probable nueva subida de tipos de 0,75 este julio, para atornillar los esfuerzos que “enfríen” ese gasto con el encarecimiento del dinero. Y, a la vez, mostrar su determinación de combatir la inflación con fuerza, que podría desmontar esa perspectiva psicológica de que el encarecimiento de la cesta de compra va para largo.
A pesar de los numerosos factores relevantes externos —impacto del conflicto bélico de Ucrania y sus consecuencias— y del papel que tienen las decisiones de otras administraciones públicas, la gran batalla en esta guerra de la inflación va a acontecer en el terreno de las expectativas. Ahí es donde los bancos centrales tienen muchísimo que decir. Ahora sí, las autoridades monetarias —el BCE también— están recuperando con fuerza la iniciativa, lo que debería ayudar a recuperar su credibilidad en materia de estabilidad de precios lo antes posible.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.