De nuevo la espasmódica reacción de los mercados financieros esta semana nos ha venido a recordar que seguimos inmersos en la crisis, especialmente en Europa. Hay demasiada liquidez monetaria en el mundo que no absorbe la economía real en forma de crédito para consumir o invertir en capital productivo, al tiempo que los tipos de interés están en mínimos históricos, así que las inmensas disponibilidades de fondos se dirigen cual manadas de bisontes de un mercado financiero a otro en busca de ganancias, lo que provoca pequeñas –o a veces grandes- burbujas especulativas. Cuando el rebaño presiente algún riesgo para su negocio huye despavorido y se refugia en activos seguros (oro, deuda alemana o norteamericana), abandonando otros más arriesgados (bolsa, deuda de los países periféricos de Europa o de los países emergentes). Son los efectos secundarios negativos de las políticas monetarias sumamente expansivas que desde hace años vienen realizando los bancos centrales de todo el mundo. Por eso la “normalización” de esas políticas se presenta problemática.
Ahora bien, si a los bisontes les entra el pánico es porque hay motivos de fondo. El principal es que la economía mundial no crece al ritmo que ellos habían descontado, lo que significa que las empresas tendrán menos beneficios o que algún deudor pueda declararse insolvente. En Europa la economía está estancada y además surgen de nuevo riesgos –si es que alguna vez habían desaparecido- de que Grecia deje de honrar su deuda, lo que contagia en seguida al resto de países periféricos. Lo que debe preocuparnos, pues, no es tanto el sube-y-baja de las bolsas, sino el estancamiento de la economía, que se autoalimenta entrando en una especie de bucle, o círculo vicioso, del que es difícil salir: como la economía no crece, las empresas no invierten ni crean empleo, lo que mantiene el consumo estancado y las expectativas deterioradas. Por otra parte, esta coyuntura empeora la situación de los bancos, ya que las provisiones para insolvencias aumentan y sus beneficios descienden, lo que hace que se encoja la financiación a la economía. Todo ello conduce a lo que el FMI ha llamado estancamiento secular. Este bucle hay que romperlo cuanto antes, no podemos esperar a los efectos de las reformas estructurales o a la confianza que genera la consolidación de las cuentas públicas. Por eso, Europa necesita urgentemente que los gobiernos y las instituciones comunitarias pongan en marcha de forma coordinada una estrategia clara de crecimiento a corto plazo, una especie de pacto con objetivos y medidas estructurales y coyunturales a los que se comprometan los gobiernos bajo un liderazgo fuerte de las instituciones de gobierno comunes. Todo lo contrario del triste espectáculo que estamos viendo cada vez que se reúnen los ministros o jefes de gobierno.
En España la semana nos ha deparado numerosa e importante información económica. La inflación siguió en terreno negativo en septiembre (-0,2% interanual), aunque menos que en agosto (-0,5%). Las previsiones apuntan a que va a estar así (décima arriba o abajo) hasta al menos el final de este año, como consecuencia especialmente de la bajada que está registrando el precio del petróleo. Ello no sería malo, al contrario, ya que esta materia prima es un producto importado y su abaratamiento supone una ganancia de renta real para la economía española, que puede estimular el consumo.
Fuentes: M. de Economía, INE, Banco de España y Funcas (previsiones IPC).
Gráficos elaborados por A. Laborda.
En el ámbito del sector exterior, conocimos las cifras de comercio de mercancías de agosto y la balanza de pagos de julio. Las exportaciones fueron un 5,1% en valor y un 1% en volumen inferiores a las del mismo mes de 2013, lo que apresuradamente se ha tomado como una muestra de que se están hundiendo. Pero ello no es así. Los datos mensuales son muy volátiles y casualmente los de julio fueron extraordinariamente elevados. Lo correcto es hacer la media de los dos meses, que da un crecimiento interanual del 2,3% en valor y del 5,3% en volumen. También obtenemos tasas positivas de crecimiento si comparamos la media de julio y agosto con la del trimestre anterior. El problema es que las importaciones, aunque se están desacelerando, crecen más: 7,2% en valor y 8,8% en volumen en tasa interanual. Ello supone un freno para el crecimiento del PIB y acrecienta el déficit comercial, cuyas cifras acumuladas desde enero casi duplican las del mismo periodo del pasado año. La balanza de pagos por cuenta corriente continúa siendo superavitaria, pero como se ve en el gráfico inferior izquierdo, tiende a deteriorarse rápidamente.
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Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).