Nuestra economía se acerca a un punto de inflexión, y corre el riesgo de agudizar su desaceleración, si bien un repunte providencial no es descartable. Los datos revisados de crecimiento traducen una pérdida de ritmo más acusada de lo anticipado por algunos analistas y el propio gobierno. Salvo una improbable aceleración de la actividad en el cierre del año pasado, todo apunta a un avance del PIB del 1,9% en 2019. Un resultado que, pese a casi doblar la media europea, se sitúa medio punto por debajo del registro de 2018.
El deterioro del entorno externo —frenazo de la eurozona, unido al enfriamiento de los mercados internacionales— es el principal responsable de la desaceleración, por el impacto directo sobre las exportaciones, y su propagación a los sectores más dependientes de los intercambios con el exterior.
«A falta de concreción acerca de los Presupuestos Generales del Estado, parece difícil mantener un gasto expansivo en 2020, además de plantear un problema de credibilidad de los compromisos presupuestarios y de deuda, como viene produciéndose en los últimos años».
Raymond Torres
Pero también se echa en falta una estrategia que ayude a la industria a sortear la recesión que la atenaza. Las expectativas son negativas a corto plazo, como lo muestra el principal indicador avanzado (índice PMI de gestores de compras de las manufacturas), que apunta a una caída acelerada. La construcción también se resiente de ese deterioro de las anticipaciones y del agotamiento del ciclo inmobiliario.
Gráfico 1
Gráfico 2
Estos resultados se producen pese al carácter expansivo del gasto público, que muestra un incremento cercano al 4,5%, uno de los más elevados desde que se inició la recuperación. El revés de la medalla es el déficit de las administraciones, que se estanca en torno al 2,5% del PIB (estimación de Funcas). Descontando el pago de intereses, el agujero fiscal podría haberse agravado. A falta de concreción acerca de los Presupuestos Generales del Estado, parece difícil mantener un gasto expansivo en 2020, además de plantear un problema de credibilidad de los compromisos presupuestarios y de deuda, como viene produciéndose en los últimos años.
«Se confirman los síntomas de debilitamiento del empleo. Se puede inferir que la economía está creando menos de la mitad de los puestos de trabajo que generaba en ejercicios anteriores. Sin duda los consumidores lo tendrán en cuenta en sus decisiones de gasto en los próximos meses».
Raymond Torres
Por otra parte, se confirman los síntomas de debilitamiento del empleo. Con datos desestacionalizados de afiliación de noviembre y diciembre, se puede inferir que la economía está creando menos de la mitad de los puestos de trabajo que generaba en ejercicios anteriores. Sin duda los consumidores lo tendrán en cuenta en sus decisiones de gasto en los próximos meses.
Pese a todo, la expansión tiene todavía recorrido. Y es que no se perciben signos anunciadores de una posible recesión. Esta suele venir de la mano de un exceso de demanda con respecto a la capacidad productiva (que acaba erosionando la competitividad y generando un desequilibrio de las cuentas externas), o como consecuencia de un sobre-endeudamiento del sector privado. Nada de eso está ocurriendo. La balanza externa arroja un sólido superávit, uno de los mayores logros de los últimos años, y la inflación es muy reducida, incluso inferior a la de los países más ortodoxos en materia de contención de los precios. En cuanto a la deuda privada, su nivel es de momento sostenible tanto para las familias como para las empresas, especialmente en un entorno de tipos de interés casi nulos.
Una de las bazas más destacadas es la inversión en maquinaria y equipo, que se muestra resiliente ante el deterioro general (en el tercer trimestre progresó un vigoroso 4%), sustentada en las favorables perspectivas de demanda y la saneada situación financiera de muchas empresas. Otro resultado esperanzador es que los productores españoles ganan cuotas frente a la competencia extranjera, tanto en los mercados de exportación como en los internos. Esta circunstancia podría frenar la desaceleración, en la medida que el entorno externo, y en especial el europeo, se recuperan (algo que por ahora no está garantizado).
Poner en valor estas ventajas es sin duda la principal función de la política económica para el nuevo año. Una tarea que pasa necesariamente por un debate de fondo en torno a los próximos presupuestos, para quebrar la espiral de la desaceleración.
Fuentes de los gráficos: Markit Economics, INE, M. de Trabajo y Funcas.