Este año, el Día Mundial Sin Tabaco tiene como protagonistas a los niños y los jóvenes. Así se advierte en la página web de la Organización Mundial de la Salud, donde se les anima a que den un paso al frente y defiendan políticas que les protejan mejor ante el consumo del tabaco (#TobaccoExposed). Esta llamada resulta muy oportuna, toda vez que, en la discusión sobre los riesgos sociales a los que están expuestos los niños y adolescentes, ha adquirido tanta importancia el impacto de las pantallas y las redes sociales, que otros riesgos, como el del consumo de sustancias adictivas, parecen haber pasado a segundo plano. La preocupación por los “riesgos de última generación” no debería desplazar del interés público y del análisis social estos otros riesgos más “tradicionales”, entre los que el consumo de tabaco ocupa un lugar destacado. El tabaquismo entre los jóvenes adquiere especial relevancia dada su particular vulnerabilidad a la adicción a la nicotina y a los efectos adversos del tabaco[1].
A este respecto, los datos sobre el consumo juvenil de tabaco en España indican algunos éxitos reseñables. En efecto, las Encuestas sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (ESTUDES)[2] han puesto de manifiesto la significativa reducción del consumo de tabaco entre los jóvenes de 14 a 18 años a lo largo de las últimas tres décadas. A mediados de los años noventa, un tercio de los jóvenes de esas edades había consumido tabaco “en los últimos 30 días” (32,5 %). En 2023, los que así lo declaraban apenas superaban una quinta parte (21 %). La reducción cobra mayor relieve si se compara con la evolución del consumo de otras drogas como el alcohol y el cannabis, sustancias cuyo consumo no ha mantenido esa misma tendencia constante a la baja durante este periodo (Gráfico 1).
La caída del consumo de tabaco entre la población de 14 a 18 años es todavía más intensa si se atiende al consumo diario: la proporción de quienes reconocen fumar tabaco todos los días (7,5 %) representa en 2023 casi un tercio de la observada en 1996 (23,7 %) (Gráfico 2). De nuevo, la evolución del consumo diario de tabaco resulta claramente más positiva que la del consumo de alcohol o de cannabis, sustancias cuyo uso diario, en todo caso, se halla menos extendido que el del tabaco.
Al analizar la evolución de los datos sobre consumo de tabaco, llama asimismo la atención la mayor prevalencia entre las estudiantes a lo largo de todo el periodo observado (1996-2023). Si bien ellas fuman de media menos cigarrillos que ellos, presentan, año tras año, un porcentaje más alto de consumo de tabaco (al contrario de lo que sucede en la población general)[3]. Sin embargo, la caída más rápida del consumo de tabaco entre las estudiantes de secundaria ha contribuido a acortar las diferencias de género. En 1996, el 38,1 % de ellas habían consumido tabaco “en los últimos 30 días”, en comparación con el 26,2 % de ellos, una diferencia de 12 puntos porcentuales (Gráfico 3). En 2023, esta brecha se había reducido a cuatro puntos porcentuales, con un 23,3 % de consumo entre las mujeres frente al 18,9 % entre los hombres. En cuanto al consumo diario, la reducción de las diferencias entre chicos y chicas ha sido tal que desde 2012 prácticamente han desaparecido, a pesar de que en 1996 alcanzaban los nueve puntos porcentuales (el 28,1 % de los hombres y el 19 % de las mujeres) (Gráfico 4).
Los datos expuestos hasta aquí presentan, no obstante, un contrapunto negativo: el rápido aumento del consumo de cigarrillos electrónicos entre los jóvenes. En 2014 uno de cada seis jóvenes los había probado (17 %), mientras que en 2023 lo habían hecho más de uno de cada dos (54,6 %; entre los jóvenes de 18 años entrevistados, la proporción se elevaba a dos de cada tres: 66,1 %) (Gráfico 5). Aunque ESTUDES no ofrece datos sobre el consumo diario de cigarrillos electrónicos, su consumo “en los últimos 30 días” ya superaba en 2023 al del tabaco convencional, con un 26,3 % frente al 21 %.
Las chicas están incluso más familiarizadas que los chicos con este tipo de práctica: el 56,8 % ha probado alguna vez los cigarrillos electrónicos, y el 48,1 % lo ha consumido “en los últimos doce meses”, cifras alrededor de cuatro puntos porcentuales más altas que las correspondientes a los varones de la misma edad (52,5 % y 43,8 %, respectivamente) (Gráfico 6).
En los últimos años, este rápido crecimiento del consumo de cigarrillos electrónicos ha coincidido con un aumento considerable de la percepción del riesgo de usarlos: en 2021, solo un 22,4 % de los jóvenes pensaban que el consumo esporádico de estos cigarrillos podía ser perjudicial; dos años después, esa proporción casi se había doblado (38,8 %). La evidencia científica ofrece un amplio respaldo a la opinión según la cual los cigarrillos electrónicos, en sus diferentes variantes, dañan la salud y en consecuencia, no abren una vía de resolución de los problemas que genera el consumo del tabaco.
El vapeo no es la solución a los problemas de salud
ocasionados por el tabaco. Difícilmente se le podría definir como la “bala
mágica” que puede conducir a la erradicación de los riesgos de salud que
provoca el tabaquismo[4]. Sigue siendo muy necesario estudiar en profundidad
los comportamientos y los hábitos de fumar, analizando su evolución en
contextos sociales tan cambiantes como los actuales. En este sentido, es
encomiable que España haya realizado más esfuerzos de recopilación de
información estadística que otros países europeos. Con todo, queda todavía
mucho por conocer sobre esos comportamientos y hábitos; un conocimiento
fundamental para tomar decisiones informadas y diseñar iniciativas eficazmente
orientadas a los distintos grupos de la sociedad, que reduzcan la probabilidad
de inicio en el consumo de tabaco y, cuando este ya se ha producido, la de
mantenerlo.
[1] Marcon, Alessandro, et al. (2018) Trends in smoking initiation in Europe over 40 years: a retrospective cohort study. PLoS One 13.8: e0201881.
[2] Estas encuestas, de periodicidad bianual, se llevan a cabo por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (DGPNSD), con la colaboración de las comunidades autónomas. Su objetivo consiste en recoger información que permita diseñar y evaluar políticas destinadas a prevenir el consumo de drogas y otras adicciones, así como los problemas asociados a estas conductas. La metodología utilizada es la de entrevista personal en los centros educativos seleccionados, incluyendo un cuestionario administrado por los entrevistadores y otro autoadministrado. Los entrevistadores permanecen presentes durante todo el proceso y recogen el cuestionario al finalizar. La muestra de la encuesta de 2023 fue de 26.344 jóvenes entre 14 y 18 años.
[3] Según datos de la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España (EDADES) 2022, el 38 % de los hombres y el 28 % de las mujeres entre 15 y 64 años fuman a diario.
[4] Mendez, D. y Warner, K. E. (2021). A Magic Bullet? The Potential Impact of E-Cigarettes on the Toll of Cigarette Smoking, Nicotine & Tobacco Research, 23 (4), 654–661,